Aestas alturas del debate, es ya poco lo que se puede añadir a lo extenso y profundamente tratado en la renovación del edificio del Grupo Jarabo. El debate entre la rehabilitación y la renovación, es esencial en el marco de los procesos de regeneración de la ciudad. Se trata, sin lugar a dudas, de una decisión compleja, sometida a multitud de matices, como todo en la vida.

Por razones obvias, estas polémicas no suelen aparecer cuando los procesos de regeneración y revitalización urbana se desarrollan en las zonas nobles de la ciudad. Este debate, no se generará nunca ni en la Operación Chamartín en Madrid. En estos ámbitos, la rentabilidad económica se conoce desde el minuto cero y la decisión entre derribar o rehabilitar la suele marcar el mercado inmobiliario y el retorno económico. El conflicto se produce en los barrios humildes, porque aquí, la crisis urbanística y la social, se dieron a la vez en su origen. En estas zonas, la iniciativa privada o la colaboración empresarial, no es que se asome, sino que directamente huye y por tanto la participación pública es más necesaria que nunca. Aquí, convencer a sus residentes sobre las ventajas del cambio es tarea difícil, entre otras razones porque es imposible asumir compromisos cuando hay tantos actores en liza y el equilibrio es tan perfecto como inestable.

En el mundo del capitalismo «avanzado» (término escasamente riguroso), el discurso sobre la mejora del «habitar» parece no tener espacio porque, al final, lo más importante de todo es cuánto cuesta y quien lo paga. Hoy en día, las propuestas rehabilitadoras de actuaciones concretas marcadas por la degradación y el mal uso de la vivienda, se deben encajar en un puzzle de tiempos que coordinen plazos de entrega, realojos y cuotas de edificación entremezclados con licencias de obra, permisos, ayudas y subvenciones. Una sincronía casi imposible, pese a que los voluntariosos ayuntamientos pongan cuerpo y alma en ello. Al final, los procesos son siempre lentos y, por tanto, la paciencia y la comprensión de sus vecinos absolutamente necesaria.

La preferencia de la rehabilitación sobre la renovación debe defenderse a ultranza, mientras coexistan dos criterios: el valor arquitectónico o patrimonial del edificio y las condiciones técnicas y económicas de su reparación.

Difícilmente, en el marco normativo actual, pueda realizarse una actuación de mejora y rehabilitación integral en un edificio fuera de ordenación en el que las condiciones de reforma estructural son tremendamente costosas por su deterioro y por su propio proceso de construcción en momentos de pobreza. Tal vez, estas intervenciones tratan más de frenar su abandono que en devolverlo a sus mejores condiciones.

Las operaciones de renovación urbana no persiguen la sustitución indiscriminada de unos edificios por otros, sino la de superar el carácter puramente edificatorio del inmueble y trascender a un ámbito integral que incorpore los aspectos sociales, ambientales o económicos del barrio y la ciudad. Decía Torres Clavé, arquitecto del GATEPAC, que «hay también que analizar con un prisma amplio, con una visión elevada, cada problema. Sin ello, el esfuerzo sería inútil». Se trataría, pues, de huir de modelos prefijados y de definir los valores que orientan nuestra acción rehabilitadora, también del espacio urbano y también de la imagen de la ciudad, actor privilegiado de una cultura y de un tiempo y que desvela realidades, lugares que a menudo fueron lugares de exclusión y expresión de mecanismos de poder.

En materia de rehabilitación del parque inmobiliario tenemos unas experiencias satisfactorias y otras no tanto. Unas que han supuesto una intervención apropiada en el edificio y otras que han rozado más la cosmética o el «tunning» urbano. La vivienda contemporánea, exige por razones obvias, unas óptimas condiciones de accesibilidad, confort térmico y eficiencia energética que en muchos supuestos la rehabilitación no permite y si lo hace es a un coste económico muy alto.

El bloque Ruiz Jarabo responde a un concepto de modernidad del momento de «desaparición del eclecticismo académico propio del clima extremadamente conservador del régimen triunfante» que se inicia en 1949 cuando comienzan una serie de actuaciones «sociales» para colectivos en régimen de exclusión y que escondían criterios paternalistas y propagandísticos preconstitucionales.

Sin perjuicio del valor sentimental y de la seña de identidad que el Bloque Portuarios representa para el barrio no deja de ser un elemento descontextualizado, un bloque opaco de 90 metros de longitud con 7 plantas de altura, fuera de escala y que además no ha envejecido bien.

Dicho esto, y si en el debate gana la renovación, la reconversión de la zona debe ser modélica, el trato con sus habitantes muy delicado y los procesos de realojo y traslados especialmente sensibles. El entorno, el ámbito en el que se sitúa, unido a la gran cantidad de viviendas propiedad de la administración en el edificio, debería permitir tanto la reducción de la densidad edificatoria como el mantenimiento de la población residente en condiciones más dignas que las actuales.

Será imposible acometer este tipo de operaciones sin la participación pública y el esfuerzo económico que merece, algo ciertamente difícil mientras el presupuesto asignado a nuestro Plan Estatal de Vivienda esté a años luz de los países de nuestro entorno. Mientras tanto, demos un voto de confianza y tratemos de aprender de las experiencias positivas. Las recientes Áreas de Renovación urbana de Simancas en Gandia o el propio Barrio de San Antón en Elx, son excelentes modelos a seguir en los procesos de regeneración de la ciudad existente. Ambas, resueltas con inteligencia y sensibilidad, han generado auténticos espacios de oportunidad. En unas ocasiones ayudan a oxigenar la trama urbana a través de la creación de plazas, parques y jardines y en otras esponjan tejidos urbanos obsoletos y deteriorados.

No está demás aplicar soluciones antiguas a problemas actuales y recuperar las buenas prácticas que hicimos en los años 80 con los Barrios de Acción Preferente. Cuando Madrid aprobada su Ley de Espacios Urbanos degradados en el 2000 o Cataluña su Ley de Barrios en el 2004, en la C. Valenciana ya llevábamos años con una excelente trayectoria en materia de regeneración urbana. El Plan Racha en Alicante, el ARA de Alcoi, el RIVA en Ciutat Vella o las tres ediciones de los Programas Urban de los Fondos FEDER son una excelente muestra de ello.