"Si bebes no conduzcas", reza el eslogan, pero era muy difícil seguirlo a rajatabla. Las únicas 12 líneas de autobús que funcionan de noche lo hacen con intervalos de tiempo muy prolongados que abarcan un reducido ratio de espacio. Y si hablamos del metro, las probabilidades de seguir la campaña de la Dirección General de Tráfico (DGT) son bastante escuetas.

Fruto de ello no es de extrañar que el anuncio del nuevo servicio nocturno de Metrovalencia haya supuesto motivo de júbilo para más de uno creando un precedente, tanto en la ciudad como en el resto del área metropolitana.

Sin embargo, una multitud de personas que vieron con buenos ojos la apertura nocturna se quedaron a las puertas de subirse el vagón que les acercase a casa a altas horas de la madrugada. Muchos venían de pueblos cercanos a la capital, como Quart de Poblet, Aldaia, Manises o Paterna. Para su sorpresa, se vieron obligados a deambular durante algunas horas por la ciudad hasta el último servicio, a las 2.30 horas.

"Muchas veces ni siquiera nos planteábamos venir a pasar la noche a València, hoy nos habíamos animado tras enterarnos de la iniciativa de Metrovalencia, ahora no sabemos a qué hora podremos volver a casa", indica algo disgustado a este diario Jordi Amat.

María Luisa Herráez había venido a pasar la noche a la capital del Turia con su amiga Lucía Aránega desde Aldaia. Molesta por el contratiempo ocasionado, lamentó que esta situación no hubiese sido anunciada con tiempo si se conocía la intención de los sindicatos de realizar la huelga previamente. "Estamos en la era digital, lo menos que podían hacer era avisar por las redes sociales", indica María Luisa.

Y es que la previsión era que los paros finalizasen a las 10.00 horas. Sin embargo, estos se alargaron hasta las 12.00 horas, provocando graves retrasos y dificultad en los servicios. Tanto que el último metro con destino a Marítim Serrería finalizó a la una de la madrugada. Una hora y media antes de lo previsto.

Del malestar ocasionado, no obstante, tuvieron que encargarse los empleados de seguridad de las bocas del suburbano. "No nos pagan por tener que hacer de poste informativo", denuncia Raquel Mas, quien asegura que ha tenido que lidiar con las quejas de más de uno.

Al final de la noche, los encargados de seguridad se acercaban a los vecinos que se precipitaban a cruzar las puertas del metro para advertirles que no sería hasta las 2.30 horas cuando podrían coger el próximo vagón. Con las mismas, no sin antes mostrar su fastidio con algún que otro gesto, los pasajeros abandonaban la estación en busca de alternativas