Atravesar las pesadas puertas de acceso a la iglesia de los Santos Juanes supone, sin duda, adentrarse en la historia más pura de València. No en vano es uno de los templos más antiguos de la ciudad del que documentos históricos ya hablan a mediados del siglo XIII.

Pero sus muros e imágenes, que todavía muestran las cicatrices de los daños que se les infligieron durante la Guerra Civil, pueden ser inescrutables para el visitante poco ilustrado en la materia. Y aunque enseñar y explicar la historia de esta iglesia no es su tarea como sacristán, Pepe Izquierdo forma parte de la memoria de los Santos Juanes, así como también lo es su padre.

La historia de Izquierdo es casi tan fascinante como la de la propia iglesia: desde hace 17 años es sacristán de este templo, conocido también como Sant Joan del Mercat. Antes de trabajar a tiempo completo en el cuidado de la iglesia, Pepe ejerció durante 20 años como profesor de Historia Antigua en la Universitat de València. Tras hartarse de la enseñanza universitaria y emplearse en diversos trabajos de ámbito artístico, le llegó la propuesta de encargarse del mantenimiento y la vigilancia de la iglesia y de los objetos de la sacristía.

«Fue el párroco de aquel entonces, don Gaspar Navarro, quien me lo sugirió. Y la verdad es que lo acepté por amor al arte». Literalmente hablando, porque además de historiador, Izquierdo es un gran estudioso del pasado de los Santos Juanes. Pero ya su padre estuvo ligado a esta iglesia en los años 30.

El 17 de julio de 1936 se produjo el primer gran incendio de este lugar. Un grupo de estudiantes de diferentes ideologías de la universidad valenciana, ubicada en la calle de la Nau, intentaron impedirlo, «gente con dos dedos de frente», resume, «pero no tuvieron éxito». Pese a haber logrado salvar de la quema la iglesia de San Nicolás, la del Patriarca y el archivo de la universidad, «a los Santos Juanes no llegaron a tiempo», explica Izquierdo a Levante-EMV.

«El objetivo era hacer desaparecer los archivos eclesiásticos, entre los que se encontraba la partida bautismal de Blasco Ibáñez. En lo que no cayeron era en que de estos documentos siempre existe un duplicado», cuenta el sacristán, quien ha crecido rodeado de estas historias que se contaban en las reuniones familiares.

Si ya su progenitor intentó proteger la iglesia en la década de los 30, Pepe lo lleva haciendo en los últimos 17 años. «Peleamos mucho por proteger el arte que hay entre estos muros, y ahora también de los turistas», dice sonriendo.

Mientras dura la conversación con este periódico, al menos en tres ocasiones el sacristán tiene que llamar la atención a algunos visitantes que tratan de acceder a lugares donde no está permitido el paso. «En alguna ocasión han robado hasta el Cirio Pascual», rememora.

Pepe recibe con gran alegría la noticia de la restauración de la iglesia. Tal como publicó este diario, la Fundación Hortensia Herrero va a destinar seis millones de euros a la rehabilitación integral de este Monumento Histórico Artístico Nacional y cuyas obras concluirán dentro de cinco años.

«Es una alegría que esto se haga de una 'puñetera' vez», exclama. En su opinión los gobiernos «no se han hecho cargo de nada» y aunque para poder retocar algunos daños «se ha de pedir permiso a la conselleria pertinente, tampoco se han preocupado en absoluto».

«Desde luego es una muy buena noticia, lo indignante es que no se hubiese hecho antes», concluye. Porque aunque hace tiempo la Diputación de València sí que realizó algunas actuaciones, desde hace cuatro años no se ha reformado nada, las últimas que se hicieron fueron por parte de la Universitat Politècnica de València.

Y eso que los Santos Juanes, junto con el Mercat Central y la Lonja de la Seda, conforma «el triángulo del turismo», cuenta Izquierdo, quien asegura que junto a los comerciantes del mercado son capaces de tomar el pulso al nivel del turismo que visita la ciudad.

Vuelve el interés turístico

No es de extrañar, pues este templo es la máxima representación del barroco valenciano -cuyas raíces se adentran en el italiano- y aquellos quienes visitan la ciudad tienen la oportunidad de, sin moverse de una plaza, conocer el gótico civil valenciano de la Lonja, y el modernismo del Mercat Central.

Si entre los turistas el interés ha sido una constante -de hecho, existen visitas guiadas que acceden al templo- entre los valencianos parece que no ha sido algo tan continuo, aunque desde que saltó la noticia de la reforma «ya se han acercado algunos vecinos para preguntar».

De momento los responsables de la rehabilitación ya han contactado con él para que les enseñe todas las estancias de la iglesia, pero como el propio Pepe reconoce «hay lugares que no conozco ni yo, aquí hay numerosos trasaltares y recovecos que verán la luz cuando comiencen las obras».

El proyecto del renacer de los Santos Juanes ha sido confiado al mismo equipo que llevó a cabo la recuperación de la iglesia de San Nicolás. Aunque en este caso van a tener un desafío mayor, si cabe. «Hay que tener en cuenta que los frescos de San Nicolás estaban ahumados, los de aquí están quemados», explica Izquierdo, quien señala que en los trabajos previos que se han estado haciendo se concluyó que durante los tres incendios que sufrió la iglesia al comienzo de la Guerra Civil, en el techo del ábside se alcanzaron los 3.000 grados, por lo que las pinturas del artista Antonio Palomino fueron calcinadas.

Pero las perspectivas son inmejorables, aunque la tarea será titánica. No solo el fuego ha hecho mella en el templo, la humedad tampoco es buena compañera. «Hay que hacer algo ya, porque la historia puede perderse» esgrime mientras nos despide a través de una majestuosa puerta del siglo XVII.