Augusto Díaz ya ha tenido que renunciar a dos trabajos debido a que la promesa de incluir servicios de conciliación en la escoleta municipal donde escolarizó a sus dos hijos (de 18 meses y cuatro años) nunca se formalizó. En esta escuela infantil de Tres Forques (Solc) el malestar y la indignación, dicen, ya empieza a ser un sino. Desde el pasado mes de octubre (cuando la gestión de la escoleta pasó a ser municipal), tanto el AMPA de la escoleta Solc, como el de Quatre Carreres o de Gent Menuda, está solicitando la puesta en marcha de los servicios de conciliación: horario de matinera y vespertirna, así como talleres vacacionales en Pascua, Navidad o verano.

Servicios, esgrimen, que están presentes en la mayoría de las guarderías privadas de la ciudad y que son «fundamentales para las familias trabajadoras del centro», pues permiten ajustar los horarios a sus necesidades laborales. «Estamos hablando de bebés», advierte Victoria Climent, presidenta del AMPA de la escoleta Solc. «Si se tratase de niños con más de cinco años aún puedes apuntarlos a alguna actividad extraescolar», indica Climent, quien advierte en el Ayuntamiento la completa potestad para que la conciliación familiar y laboral sea efectiva. De hecho, apelan al Plan Marco de Igualdad entre Hombres y Mujeres en el que el consistorio contempla el aumento de actividades en periodos vacacionales y extraescolares como un recurso para promover la conciliación.

Estos servicios, aseguran, fueron ofertados por el Ayuntamiento en cuanto se revertió la gestión del centro. «Incluso llegaron a presentarnos al profesorado encargado de la sesión matinera», indica Climent. Un mes después, indica, «desaparecieron».

También la gestión de la escuela de Navidad se quedó en el aire. Como en la escoleta de Quatre Carreres, no fue hasta el 18 de diciembre (con apenas cuatro días de antelación del inicio de vacaciones) cuando la dirección del centro comunicó a las familias que se iba a prescindir de tal servicio.

Las consecuencias que esta situación está generando en los familiares de los menores, indican, «no son baladí». Desde desplazamientos a «horas intempestivas» para dejar a las niñas y niños con otros familiares, a la inversión de recursos económicos al tener que contratar a canguros o incluso ajustes en los horarios laborales.

Climent asegura, de hecho, que ya son varios los que han perdido su trabajo. Como el caso de Augusto, quien es continuamente rechazado en las entrevistas de trabajo tras plantear iniciar la jornada laboral una hora más tarde de lo estipulado. Y es que, al carecer de horario de matinera, debe llevar a la escoleta a sus hijos a las nueve de la mañana. «En la hostelería se abre a las ocho, por lo que entrar a trabajar más de una hora después no es viable», indica. Tampoco lo es, para él, dejarlos con sus padres o suegros. Con problemas de espalda, es Augusto quien se encarga de cuidar a su madre. «Tampoco mi suegra podría hacerse cargo de los pequeños, tiene más de ochenta años», asegura.

La única solución, asegura, es contratar un «canguro». Pero el desembolso económico que supondría, con una madre dependiente, dos niños y solo un sueldo en la casa resulta del todo inviable, explica Augusto, quien dice sentirse «contra las cuerdas».