Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Plazas de toros en València

Viendo lo oneroso del negocio de la Renta de los Corros de Toros, el Hospital General pide al Rey beneficiarse de su explotación en pro de los pobres. Desde 1739, la Diputación obtuvo esa concesión a perpetuidad

Plazas de toros en València

Para hacer un recorrido enumerando las distintas plazas de toros que tuvo la ciudad de València, hemos de dejar claro que estos cosos no tenían como única misión servir a las lidias de toros; en ellos también se desarrollaban para deleite de el pueblo, espectáculos, exhibiciones, circo, ajusticiamientos y desde luego juegos de toros.

No entraremos en el origen de las corridas de toros pero sí en lo que provocaron estas construcciones, la mayoría rudimentarias y efímeras alrededor de las cuales se fueron edificando balcones para sustituir a los inseguros catafalcos que la rodeaban, sobre los que el público presenciaba el espectáculo, de este modo nacieron las cerradas plazas mayores de muchas ciudades españolas, como la de Madrid o Salamanca. En cuanto a nuestra ciudad, tenía un gran inconveniente para abastecer de toros de lidia puesto que no había pastos donde se pudieran criar y sin embargo fue una de las ciudades en las que mas arraigo tuvo esta fiesta popular

La historia cuenta que los sarracenos eran muy valientes y admirados en la lidia de toros sobre todo a caballo, como magníficos jinetes que eran; los caballeros cristianos y la nobleza española no quisieron quedarse atrás. Estas competiciones tuvieron hasta un punto de gallardía y galantería con lo que empezó a crecer su fama y con ello a entrar el concepto lucrativo y especulativo. En 1612 un espabilado Ascanio Manchino consigue, del Rey Felipe III, «el privilegio de la Renta de los Corros de Toros de la Ciudad de València por tres vidas»; también de esto sacaron los descendientes de Manchino una buena suma de dinero, pues su viuda, Mariana Bermúdez, vendió las dos vidas que le restaban al Canciller Mayor y registrador del Consejo de Indias D. Felipe de Salas por 6.600 reales que rápidamente lo revendió en 1622 al contador del Marqués de Tavera, Virrey y Capital General del Reino de València, ganando en este «pase» mas de 50 maravedís.

Viendo lo oneroso del negocio, el Hospital General de València quiere entrar en él y amparándose en su benefactor interés para los pobres, pide al Rey la explotación de las corridas de Toros en València y se le concede en 1625 por 20 años , aunque teóricamente se tenia que esperar a que se consumiesen las tres vidas hipotecadas con Manchino, prácticamente comenzó mucho antes a regentar las corridas de toros. Tras el vencimiento de la segunda prórroga, el Rey ya le concede al Hospital General de València la concesión a perpetuidad en 1739.

Hasta ese momento, las plazas de toros se levantaban con tablones de madera que aportaban los carpinteros, colocadas a modo de catafalcos o tinglados cerrados para poder cobrar la entrada. El primer lugar donde se colocó una plaza fue en la del Mercado, estuvo muchos años, pero la picardía de los aficionados, que desde los tejados veían el espectáculo sin pagar la entrada y el perjuicio que ocasionaba a los comerciantes cercanos el montaje y desmontaje de la plaza, hizo que se plantearan su traslado a la Plaza de Tetuán, donde no tuvo el mismo éxito, desde el punto de vista económico, unido a la oscuridad de la zona, hicieron que se plantearan trasladarla a un lugar conveniente para el Hospital y para el Ayuntamiento. El sitio elegido fue al otro lado del río, el Llano de Zaydía y el Llano del Real donde se quedaron hasta final del siglo XVIII. El diseño de las plazas se adecuaba al solar con el que contaban para montarla y algunas veces se apoyaba en el pretil del río, en los porches que la rodeaban, en la muralla o hasta en el pórtico del Palacio del Real.

La plaza que se levantaba en el Mercado fue la mas irregular de todas, aunque se le sacó partido a todos los recovecos y esquinas que proporcionaba su diseño; Apoyada en los soportales que tenían los comercios situados frente al mercado, desde los Hierros de la Lonja hacia la calle San Fernando; en esta zona era donde normalmente se colocaban los toriles, llegando hasta el Convento de la Merced donde empiezan en una especie de zigzag los palcos de las autoridades, el de la Audiencia, el del General que era el que mejor visión tenía de todos y el de la Inquisición; a continuación desde la calle Cotamallers y de camino a encontrarse con el convento de las Magdalenas a la zona donde se levantaba la horca se colocaban los palcos de las familias importantes, influyentes, la Gobernación, la Diputación y el Ayuntamiento; finalmente se cerraba el tinglado en la Tancá de la Lonja.

La plaza que se situaba en la zona de Santo Domingo cubría un gran cuadrado al que se le habían achaflanado las esquinas, dejando dos tramos largos enfrentados y paralelos a la fachada de Santo Domingo y a la del Palacio de Cervellón donde se situaban los palcos de autoridades y seis cortos iguales, tres a cada extremo; uno al Palacio de los Boil y otro al Puente del Real. En estos extremos solían situarse los toriles.

La plaza de la Zaydía fue la primera cuadrada, de la acequia de Rascaña al río Turia, aunque variaba su situación o su orientación según les convenía a los maestros carpinteros que la construían. Los palcos de autoridades miraban al este y los toriles se situaban en la zona norte. La plaza del Llano del Real también era rectangular, su lado norte se apoyaba en los pórticos del Palacio Real con un acceso desde el Palacio, mirando al este la zona de autoridades apoyada en el huerto y la sur apoyada en el pretil del río Turia con una puerta de acceso desde el puente del Real. Al este otra puerta y los toriles.

Más tarde se quiso acercar la plaza a la ciudad y se montó en una estrecha zona comprendida entre la muralla y el río Turia, ya en la zona entre la Puerta de la Trinidad y Serranos como entre Serranos y Portal Nou. La plaza también rectangular pero muy alargada por el poco espacio existente, tenía la misma distribución en las dos ubicaciones con los tramos cortos mirando al oeste y al este, donde solían colocarse los palcos de autoridades.

Hasta ese momento la afición taurina crecía muy velozmente; el negocio era pingüe y tenia a todos contentos, el hospital ganaba dinero que teóricamente empleaba en sus pobres, los carpinteros cobraban del Hospital y ademas tenían un plus de beneficios.

A final del Siglo XVIII, 1798, pensaron en hacer un coso permanente de mampostería en unos terrenos que poseía el Hospital frente a la puerta de Ruzafa, heredados del Doctor Esteban Verdier y cuyo proyecto se encargó a los señores arquitectos Claudio Bailler y Manuel Blasco y se tasó en mas de 1.750.000 reales. Una serie de inconvenientes retrasó la construcción por parte del Hospital y el intendente Jorge Palacios de Urdaniz contempló la posibilidad de hacer él por su cuenta y abriendo una suscripción, la edificación de la Plaza Nueva en la que participarían por tercios: el Hospital, el fondo de Policía y las obras del nuevo muelle en el puerto. Pronto se percató el Hospital de que de este modo decaerían sus exclusivos derechos sobre los juegos de toros, reclamaron al Rey y éste les concedió la exclusividad el 12 de enero de 1802. Menos la pared que sujetaba el tendido y las barreras que ya se habían hecho de piedra, se terminó en madera y con un diseño de redondel de 89 varas castellanas de diámetro interior, unos 75 m. Para una plaza perpetua, la madera no era lo mas adecuado pues los cimientos empezaban a pudrirse por la humedad así que tuvieron que reemplazarlos por pilares de ladrillos, argamasa y yeso. En 1808 y ante la inminente entrada de los franceses en la ciudad, las autoridades decidieron demolerla y utilizar la madera para fines defensivos y los ladrillos para finalizar el Teatro Principal.

De nuevo, tras la guerra, se encontraba València sin coso donde realizar sus espectáculos y retornó a sus montaje efímeros en los solares que mas les acoplaban, durante muchos años estuvo en la ronda cerca de la Puerta de Cuarte y el Matadero pero su estado ruinoso llevó a la nueva junta del Hospital con Melchor Ordoñez al frente de ella, a retomar la idea de construir una plaza sólida y permanente; el lugar elegido fue unos terrenos propiedad del Hospital pegados a la puerta de Ruzafa, actual calle Játiva. El alto coste volvía a ser el grave problema con el que se enfrentaba el Hospital, pero como Vicepresidente de la Corporación, Roque Paulín padre de la futura Condesa de Ripalda, propuso la solución emitiendo 500 acciones y encargándole el proyecto a otro miembro de la junta Sebastián Monleón. Mientras tanto, seguían apareciendo inconvenientes hasta que tres miembros de la junta Dotrés, Martín y Romero, garantizaron con sus propios bienes el préstamo, a ellos más tarde se les unió el resto de miembros de la corporación. Una vez en marcha el proyecto y con la ayuda de los reos en las labores más pesadas, el cimentado, las barreras y contrabarreras de mampostería, la tapia alrededor, la casa del guarda y una sala de reuniones, el Capitán General de València Valentín Cañedo, paraliza las obras alegando que se estaba edificando sobre terreno militar; deshecho el entuerto siguieron las obras restantes en madera terminándose para inaugurar la plaza el 3 de Agosto de 1851 con una corrida de toros de la ganadería del Duque de Osuna y Veragua. Hasta entonces el coste total había sido de 458.678 reales y 87 céntimos. Se estaba ganando mucho dinero, la gente acudía en masa al nuevo circo, de modo que el Hospital pensó en continuar y terminar su obra sustituyendo la madera pero el momento político del país y el cólera paralizaron el proyecto hasta 1857 cuando volvieron a emitir tantas acciones como localidades preferentes había en la plaza y se subastaron. Continuaron las obras para reforzar el coso, pues la madera ya estaba pudriéndose y a la vez se seguían ofreciendo espectáculos en el mismo a fin de no cesar la recaudación para reunir el dinero necesario. La Sociedad del Crédito Valenciano, el Marqués de Campo, el Barón de Santa Bárbara, Juan Bautista Romero y la Tesorería de Hacienda les prestaron su apoyo final para concluir la magnífica Plaza de Toros que hoy tiene nuestra ciudad, con un coste total de 2.826.986 reales, siendo inaugurada en Junio de 1959. En la actualidad sigue siendo gestionada por la Diputación Provincial y podemos ver sus lindes en unas placas en la acera, hoy en día de uso público.

Compartir el artículo

stats