Ni la gran humareda que provoca año tras año la Nit de la Cremà puso en jaque este año la calidad del aire de València, y eso que la ciudad acumulaba a finales de febrero índices preocupantes de polución. La inestabilidad atmosférica que se viene registrando desde las pasadas Fallas ha contribuido decisivamente a que el «cap i casal» recupere unos niveles saludables en el aire que respiramos.

Las lluvias registradas la Nit de Sant Josep y las que cayeron el pasado domingo y ayer han limpiado la atmósfera hasta el punto de que los indicadores de calidad de aire de la red oficial de estaciones de la Generalitat muestran valores buenos o excelentes en los seis puntos de medición, aunque el de la plaza del Ayuntamiento no estará bien calibrado hasta pasado el próximo verano, tal como indica el protocolo en estos casos.

Febrero se caracterizó por ser un mes crítico en València en cuanto a la calidad del aire, dado el larguísimo anticiclón que derivó en una ausencia total de lluvias y, la mayoría de días, de viento. Se dispararon las alertas por excesiva concentración de gases contaminantes NO2 y también por partículas en suspensión, aunque el Ayuntamiento de València eludió la activación de las alertas a la población y las restricciones de tráfico dado no todos los datos registrados estaban correctamente validados.

Sin embargo, en marzo se han constatado dos periodos atmosféricos muy diferentes. Hasta la Nit de la Cremà la situación se mantuvo más o menos igual que en febrero, con días en que la Generalitat constató que la calidad del aire era manifiestamente «mejorable», por alta concentración de partículas PM10 y gases NO2.

A partir de la misma noche de la «cremà», que llegó con lluvias moderadas a la ciudad, la situación cambió por completo y prácticamente ninguna estación ha registrado valores mejorables, sino que la mayoría recogen en los diversos componentes que analizan cifras buenas o excelentes.

De hecho el domingo fue uno de los mejores día desde el punto de vista medioambiental que ha tenido València en todo lo que llevamos de 2019, con valores de dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión muy bajos. La jornada de ayer, primer día de abril, tampoco registró cifras significativas desde el punto de vista de la contaminación.

Aunque el tráfico motorizado urbano es el responsable del 40 % de las emisiones contaminantes mundiales, la ciudad de València no sufre de manera tan acuciante el problema como otras urbes como Madrid o Barcelona. En primer lugar porque el volumen de vehículos no es tan grande y también porque es una urbe pegada al mar, por lo que las brisas marinas favorecen mucho la renovación del aire. Así pues, la ciudad sufre (como todas) cuando hay largos periodos anticiclónicos.

A favor de la calidad del aire de València juega la política de movilidad sostenible que ha llevado a cabo el consistorio, que desde hace ya 14 meses ha conseguido que la intensidad media diaria de los vehículos se esté reduciendo. Cierto es que no es una bajada espectacular, pero sí está contribuyendo a que la situación medioambiental mejore moderadamente.

Otras grades urbes, sin embargo, han tenido que tomar soluciones más drásticas, como la puesta en marcha de Madrid Central, donde se restringe la circulación solo a vecinos, comerciantes y vehículos de bajas o cero emisiones en una amplísima área en el centro de la ciudad. En Londres funciona desde hace años un peaje (tasa de congestión) para acceder al centro y Nueva York lo ha aprobado a partir de 2021.