«San Vicente Ferrer será reconocido sin duda doctor de la Iglesia. Por su pasión por la predicación y por la donación integral que hizo de su persona, de su tiempo, de su corazón para la sanación de las almas». El día del patrón, el sermón lo pronuncia un sucesor suyo de la Orden de Predicadores. Los albinegros dominicos. Fue el fraile Alejandro López Ribao, quien volvió a anunciar un proceso que no es para hoy ni para mañana pero que, como la declaración de las Fallas como Patrimonio de la Humanidad, que no está claro qué es, pero suena bien. Ser Doctor de la Iglesia es algo parecido pero en clave de fe. Ser los mejores en predicación, en santidad, en influencia. Muy pocos forman esta galería de ilustres de dos mil años de cristiandad. Pero el «pare Vicent» está promovido y ahora hace falta perseverancia y paciencia para que el Vaticano se rinda a la evidencia y llene de particular orgullo a la sociedad valenciana. Algo que ayudaría a conocer más y mejor una figura tan fascinante como superficialmente conocida.

Tampoco se puede esperar que el ciudadano valenciano, ni siquiera el vicentino, sea un experto en teología, pero ese puede ser el ascua que quede tras los festejos por el VI Centenario de su muerte, que han aportado un par de interesantes actos en la calle y la composición de un himno, pero que tampoco le han puesto en primera línea del conocimiento general.

Hasta 2050, cuando se cumplan 700 años de su nacimiento, no habrá una cifra redonda que celebrar. Y mientras, la fiesta se remató ayer con mucha gente en la calle. Ayudados, faltaría más, por la contribución de falleros y falleras, que dieron cantidad y calidad al desfile cívico ante una multitud que había en la ciudad, tanto los que sabían a lo que iban como los que encontraron mujeres vestidas de negro, mujeres vestidas con sedas de colores, señores vestidos de chaqué o con sombrero o pañuelo en la cabeza y niños vestidos a la antigua.

Fuset, en el hospital

Reunión de políticos, con Sandra Gómez, María José Catalá y Fernando Giner al frente -éste, no como autoridad, sino como clavario consorte- y nadie de Compromís. El único que va, el presidente de la Junta Central Vicentina, Pere Fuset, pasó todo el día en el hospital con laringitis aguda y tampoco estará en los actos falleros de hoy.

La honorable clavariesa, Mariví Borrell, ofrendó en el «pouet» y en la estatua, que se llenó de forma espectacular de serpentinas blancas y negras, que casi le envolvieron. Por la tarde, nueva salida, ahora de la imagen y por los lugares que le vieron callejear y predicar. Y que ahora persiguen su refrendo final.