El Besamanos a la Virgen de los Desamparados transcurre este miércoles con orden y con la tregua que supone un calor solo moderado en esta ocasión. Aún así, y con la ayuda de numerosos parasoles, los fieles no dudan en aguardar dos horas o más con tal de pasar apenas dos segundos ante la imagen de la patrona. El Besamanos no finalizará hasta que no haya pasado el o la última fiel.

Enfundada en un manto de color gris, procedente de una donación anónima, la imagen peregrina baja del camarín a pie de basílica para que miles de fieles, tras un par de horas de espera (el tiempo habitual cuando la plaza está llena) dispongan de unos breves segundos para besar la escultura, restregar fotos y estampas, derramar alguna lágrima y formular peticiones en forma de recuperación de salud, éxito en los exámenes, mejora en el trabajo... o agradecer cualquier episodio de la vida. Es un acto de fe que cumple su edición número 17, después que se celebrara por primera vez el 22 de mayo de 2002.

El Besamanos tiene un problema intrínseco: la ausencia del toldo. Que ha propiciado escenas rayando en la falta de racionalidad, con miles de personas, muchas de avanzada edad, aguantando el calor. Por ello, se han adoptado dos medidas: el reparto de agua y el desvío de las personas con movilidad reducida y carritos por detrás, en el callejón recayente a la Almoina para que las personas que hacen la cola por el acceso reservado a sillas de rueda y carros de bebé puedan tener sombra, a partir de las once de la mañana aproximadamente, y no padezcan el sol de la entrada de la Plaza de la Virgen.

La imagen original de la Virgen -que preside el altar mayor- ha quedado girada hacia su camarín, donde tendrá lugar el culto ordinario durante todo el día.