No era sencillo continuar en pie de guerra mientras las resoluciones judiciales no hacían más que reprimir la moral de quienes pretendían evitar a toda costa que el proyecto por antonomasia del gobierno de la exalcaldesa Rita Barberá en el Cabanyal siguiese adelante. Persistieron, no obstante, avanzando en sus propósitos, legislatura tras legislatura. Tuvieron tiempo para impedir que la avenida Blasco Ibáñez se ampliase hasta el mar. Casi 20 años.

Ayer los integrantes de la Plataforma Salvem el Cabanyal difundían un vídeo grabado en plena calle (origen y transcurso de su actividad) con un claro grito: «Hemos salvado el Cabanyal». Era el grito de despedida a más de 20 años de lucha vecinal. Lo hacían después de que el sábado por la noche, en asamblea extraordinaria, los y las integrantes de la plataforma decidiesen por unanimidad disolver la asociación. Solo dos votos en contra y dos abstenciones se reflejaron en el acta. La opinión era unánime: los objetivos se daban por cumplidos.

De hecho era una posibilidad que llevaban planteando desde hace semanas. Lo que no impidió que sus integrantes sintieran cierta añoranza. «Teníamos que dar el paso de disolver la asociación, pero cuando se decidió definitivamente fue un momento muy emocionante porque son muchos años juntos. No ha sido fácil, pero sabíamos que era el paso que teníamos que dar, poner punto y final y dejar sitio a la asociación vecinal y a todas las organizaciones sociales que han surgido en los últimos años», reconoce Emilio Martínez, uno de los fundadores de esta plataforma construida sobre la inquietud vecinal del derribo de 1.651 viviendas y constituida oficialmente en septiembre de 1998.

Las alegaciones al plan de Barberá no tardaron en llegar, pese a la rápida formación de la plataforma. Más de 20.000 alegaciones fueron presentadas tan solo unos meses después, en abril de 1999.

Obviamente, declara Martínez, no todo fue un camino de rosas. Los momentos más difíciles los recuerda como aquellos en que los tribunales pronunciaban «sentencias adversas» y sentían que carecían de «apoyo social». Las multitudinarias manifestaciones desde el minuto uno, sin embargo, les permitían creer lo contrario. «La respuesta de la ciudad siempre fue muy positiva», reconoce Martínez. Ocurría lo mismo cuando recibían ciertas sentencias «positivas». «Nos hacían recuperar la confianza», relata.

El momento «culminante» de la lucha vecinal, dice, se produjo en enero de 2010, cuando el Ministerio de Cultura reconocía que la iniciativa del gobierno de Rita Barberá suponía el «expolio del patrimonio de todos los valencianos». Más aún teniendo en cuenta que este barrio había sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Fue un momento que «cambió el devenir jurídico». Aunque esto no evitó que la «degradación en el barrio» continuase. «Las consecuencias sobre el Cabanyal fueron terribles. Fue una estrategia del gobierno popular para justificar su planteamiento», lamenta el cofundador de la plataforma ya disuelta.

Pero sobretodo, dice, recuperaron la esperanza después de que el Govern de la Nau recogiese la vara de mando de la ciudad y el plan, definitivamente, «quedase sentenciado». Más aún cuando miembros de las distintas formaciones políticas, como Mónica Oltra o Carmen Alborch, hubiesen defendido su misma lucha. La plataforma también intervino en la redacción de las alegaciones contra el Plan Especial del Cabanyal (PEC) para evitar perder las «pocas zonas verdes que hay en el barrio». Aplauden que el ayuntamiento escuchase el planteamiento del vecindario en este caso y que el proyecto siguiese adelante con la participación ciudadana, cosa que hubiese sido «impensable» hace unos años, «pese a que se pueda estar más o menos de acuerdo con el resultado final». Lo importante, recuerda, siempre será que la voz del barrio esté presente.