En épocas de globalización y cambio climático, la gestión sostenible del agua se convierte en una necesidad casi imperiosa. De ello se encarga el Tribunal de las Aguas en València, la más antigua de las instituciones de justicia existentes en Europa, que ayer, y como viene siendo tradición, se reunió en la puerta de los apóstoles de la Catedral de València. Esta vez, sin embargo, el objetivo era distinto al de otras veces. Se trataba del tercer Congreso Internacional Global Network of Water Museums, celebrado en el Cap i casal. Y es que, coincidiendo con el décimo aniversario del nombramiento del Tribunal como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco se decidió que este año, un centenar de participantes de veintiún países diferentes acudiesen a la capital del Túria para la firma del acta constitucional de la Red Mundial de Museos del Agua. El alcalde en funciones de València, Joan Ribó, quien acudió a la ceremonia del Tribunal de las Aguas, destacó el papel de los museos vivos, y, por ende, el de la huerta valenciana. Un elemento que el presidente del Tribunal de las Aguas, José Font Sanchis, calificó de «museo vivo». Así, Ribó destacó el trabajo institucional realizado entorno al reconocimiento de la huerta como un «sistema mundial de agricultura sostenible».