La ciudad de València se ha engalanado este domingo con sus mejores galas para bailar con la Moma, martirizar a los inocentes del Rey Herodes, asombrarse con los Gegants y los nanos, aplaudir con el paso de La Senyera o acercarse al Capellà para ver si tienen la suerte de ser bendicidos. El Corpus, la "festa grossa" de la ciudad, llega a su día grande. Y lo hace con una València volcada que asume las altas temperaturas, que es capaz de esperar durante horas bajo un sol intenso para disfrutar de inicio a fin de la Cabalgata del Convite, poniendo el broche de oro en la Plaza de la Virgen después de haber pasado por la calle Avellanas. Los cubos de agua colgados de los cables de la estrecha calle hizo que fuese ahí, en ese punto, donde más personas se congregaron con el objetivo de que recayese sobre ellos alguna gota de agua que les aliviase el calor de una jornada para nada habitual en esta festividad. Y es que este año ha sido el más tardío de todos.

Esta festividad, que se celebra 60 días después de la celebración de la Semana Santa, ha caído en plena subida del termómetro. Y se ha notado. Durante el transcurso de la cabalgata, los "momos" (los siete pecados capitales que intentan incitar a La virtud de la Moma) no tuvieron otra que retirar el velo negro que normalmente oculta su rostro para evitar asfixiarse de calor y poder, eso sí, seguir siendo derribados por la Moma. Miembros de Amics del Corpus siguieron la procesión con botellas y rociadores de agua para, cada pocos pasos, poder refrescar a los que llevaban cerca de una hora bailando y caminando para hacer la Eucaristía al pueblo.

Y es que esta fiesta no es otra cosa que el acercamiento del pueblo con la Iglesia. Con pocos elementos solemnes y mucho de misterio. De hecho, durante el trayecto eran pocas las vallas que delimitaban el camino de los protagonistas del de los asistentes. Así, cada vez que los personajes pausaban el camino para interpretar uno de los bailes típicos de esta festividad con siglos de antigüedad, todos aprovechaban para acercarse en círculo (y en masa) y grabar con las cámaras de sus teléfonos móviles una procesión que asombra por la complejidad de sus símbolos, pese a su intento por introducir el misterio eucarístico en la cultura popular. Un misterio que, por otra parte, supone la chispa y la atracción de una multitud.