Es la festividad del Corpus algo así como un documento histórico de la vida de la capital del Túria. Una fiesta católica que data cinco siglos atrás y que sigue despertando las mismas pasiones entre devotos y escépticos, más ahora que se recuperó la majestuosidad perdida años atrás.

Llegó ayer la «festa grossa» de la ciudad a su momento álgido (acompañada también de altas temperaturas). Y con ella, la figura de la Moma, encarnada por un hombre en el papel de una mujer sin rostro (o más bien de un rostro celestial representando la virtud humana). Cinco siglos espantando a la pereza, la gula, la ira, la lujuria, la soberbia, la avaricia y la envidia de su moralidad intacta. ¿Su secreto? Un cetro con el escudo de la ciudad y un séquito innumerable que se empuja entre sí para ver la danza en la que logra escapar de los siete pecados capitales, de los momos. Nada tiene que envidiar la Moma, pues, a la popularidad de los Misterios, los caballets, los pastorets o la danza de la Mangrana.

Con el objetivo de hallar alguna artimaña con la que espantar los malos espíritus de las vidas mundanas o simplemente atraídos por el simbolismo y el misterio que sigue envolviendo la procesión, sus trajes y sus adornos, ella (él) sigue siendo la protagonista del baile. La Cabalgata del Convite nada tiene que ver con la procesión tradicional a la que se está acostumbrado a ver. Las calles se engalanan para una procesión que pretende incluir el misterio eucarístico en la propia cultura del pueblo. Pero en lugar de con flores, la calle Avellanas se engalana con flotadores del todo a cien y de cubos repletos de agua que caen (el líquido, no el recipiente, entendámonos) sobre los protagonistas de la fiesta.

Un baño, conocido como la «poalà», más que merecido después de que durante el resto del recorrido algunos de ellos se dedicasen a arrojar caramelos (con especial dedicación, cabe decir) entra quienes se agolpaban para disfrutar de la procesión. Más de uno se quejó: «A las señoras mayores no nos tiréis con esa fuerza, ¿eh?», advirtieron. ¿Respuesta? Como no podía ser de otra forma, y siguiendo el tono jocoso de la celebración, algún que otro se llevó un mamporrazo de sus inocentes armas, «los carxots», ruidosos rollos de pergamino con los que golpean sin daño a los espectadores.

La «poalà» no solo fue bien recibida por los soldados de Herodes, también por el resto de asistentes, teniendo en cuenta que a esas horas el mercurio subía como no lo había hecho semanas atrás. Los cubos de agua colgados de los cables de la estrecha calle hizo que fuese ahí, en ese punto, donde más personas se congregasen con el objetivo de que recayese sobre ellos alguna gota que les librase un ápice del calor de una jornada para nada habitual en esta festividad.

También algunos miembros de Amics del Corpus siguieron la procesión con botellas y rociadores de agua para, cada pocos pasos, poder refrescar a los que llevaban cerca de una hora bailando y caminando para acercar la Eucaristía al pueblo. Vamos, que se «chopó» hasta la Moma, como bien reza la pieza musical compuesta por Salvador Giner especialmente para el Corpus.

Procesión solemne

Siendo tan prohibitiva la imagen de los diablos, de lo pérfido y lo perverso y teniendo en cuenta que viene en la naturaleza humana interesarse justamente por lo que le es vedado, explicaría el por qué de las colas y los empujones para tirar alguna fotografía al baile de la Moma. O el por qué miles de personas aguardaron hasta el mismo final de la Cabalgata del Convite para poder ver a los soldados de Herodes ataviados con túnicas de yute, dibujos grotescos y satánicos.

La devoción, por su parte, explicaría unas calles llenas hasta los topes en la Procesión Solemne de las siete de la tarde que, flanqueada por «les banderoles» o estandartes portados por tres reyes de Armas con pelucas y barbas blancas, se inauguraba con la Cruz Arzobispal de la Catedral. A ello le seguía el desfile de los personajes del Antiguo Testamento. Tras ellos los personajes del Nuevo testamento y los clérigos de las parroquias de la ciudad, así como por los Misterios del rey Herodes o el de Adan y Eva.

Incidencia en la «festa grossa»

Momentos antes se efectuaba el paso de las diez Rocas arrastradas por caballos enjaezados con lujo y que celebraban, al final de la calle Avellanas, improvisadas competiciones de tiro y arrastre. No obstante, los vivieron unos momentos de tensión tras el choque de la Roca Diablera contra unos cables de la televisión pública autonómica que provocaron algunos desperfectos en la imagen. El monumento, datado en 1511, estaba siendo empujado con fuerza para salvar el desnivel entre las distintas alturas de la plaza de la Virgen hacia la calle Caballeros (donde sería enganchado a los caballos de tiro y arrastre).

Sin embargo los «llauradors» que tiraban de la Roca no detectaron la presencia de unos cables de la televisión autonómica y el vehículo colisionó con estos. El gran impulso con el que circulaba provocó que una placa del pedestal sobre el que descansa la figura central de la figura se desprendiera. Tras el incidente, la roca fue conducida de nuevo hasta la casa de las Rocas, donde se estudiarán los desperfectos ocasionados en esta imagen histórica.

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Una de las rocas sufre desperfectos al engancharse con los cables de Àpunt