A los sones de «I will survive» acabó la inauguración de la Gran Fira. Porque un ejercicio de supervivencia es tratar de llegar a todos los actos que se reúnen bajo el paraguas (el parasol) que consta en las páginas del folleto en el que el ayuntamiento la cogido un poco de aquí, un poco de allá, un mezcladillo con el que, a lo largo del mes de julio, se ofrecen alternativas para pasar el rato, la tarde o el día entero con diferentes dosis de ton y son.

Mezcladillo de actividad como mezcladillo es el desfile inaugural. Un paseo de elementos sin un hilo conductor, porque igual hay valencianos bailando que ciclistas con estética steampunk, banda de música, tambores, muñecos articulados y zancudos lanzando unas bolas gigantescas con una catapulta. Es casi como juntar el jazz en la calle, los monólogos, el campeonato de truc, la muestra de vinos, las preselecciones a fallera mayor o el balonmano playa.

Un pastiche que, sin embargo, funciona a lo largo del mes y que ayer funcionó más de lo que cabía esperar. Respetado por el calor y salvado a pesar de lo malo del día. Quede claro que es un inicio con pocas pretensiones, pero el hecho de celebrarlo domingo por la tarde podía haber estado llamado al fracaso. Debió ser el sábado, pero la coincidencia con los actos del Orgullo lo llevó lejos del «prime time» ciudadano. A pesar de lo cual había suficiente gente como para salvar la inauguración. Mucha foto, muchos sorprendidos y reparto del imprescindible librito-programa, con el que se puede saber no ya qué era aquello sino para qué se organizaba.

Eso sí, poco secundada por políticos, que estuvieron en plan perezas. Aparte de Pere Fuset, que lo ha organizado aunque, teóricamente, no tenga mando en plaza, apenas se vio a Grezzi y poco más.

La Fira, como su desfile inaugural, es, sobre todo, un montón de pequeños actos que cobran valor precisamente por esa unión bajo una misma marca. Por supuesto, en las preselecciones hay mucha gente, en el tributo a Queen estará a reventar, en la Batalla de Flores se agotarán los palcos, en los conciertos de Viveros habrá asistencias masivas y en el piromusical no cabrá un alma. Pero su verdadero valor es esa presencia en prácticamente cualquier lugar de la ciudad. En un mes en el que muchos tienen que quedarse a regañadientes.

La traca corre; la gente, no

«El Flaco» García Poveda hizo unbreve discurso de bienvenida. Hizo una foto, faltaría más, con su pocket, y se remató la tarde con el disparo de la traca corrida. Que no consigue calar. Con la cantidad de festejos que funcionan y la gente o no puede o no quiere o no sabe que hay que salir en velocidad al son de la traca que circunnavega la plaza. Falta de pedagogía, falta de una tradición que se perdió hace tres generaciones o que este festejo, en concreto, tiene sus limitaciones. El caso es que fue apenas una docena y media de valientes los que calentaron y salieron en pos de la «correguda». La pirotecnia Vulcano, muy en su línea, obsequió además con cortinas de humo, de esas que recuerdan los disparos de la plaza en marzo.

Hoy, música y naipes

El programa general de la fiesta está diseñado para ir «de menos a más» a lo largo de la semana. Cada día de la semana tiene un punto de tematización y es el folclore y la tradición la que sostiene las jornadas de lunes. Así, esta noche, a la fresca (diez de la noche), los Jardines del Palau acogerán un concierto de la Colla de Tabal i Dolçaina de la Junta Central Fallera. A la vez, en el otro extremo del estanque, las comisiones de falla empezarán a dirimir quienes llegan a semifinales en los campeonatos de truc y parchís. También a la fresca. La Universitat de València, a las diez y media, continúa con su festival de Serenates. En esta ocasión es el turno del pianista Antonio Galera, que interpretará un recital, con obras de Bach, Franck, Debussy y Dutilleux y que forman parte de su disco «Prélude».