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Italianos en el centro; rumanos en la periferia

El barrio de residencia en la ciudad de València acentúa las desigualdades entre europeos, asiáticos, latinoamericanos y africanos - El «Cap i casal» cuenta con nacionalidades de lo más dispares, desde franceses o estadounidenses hasta originarios de las Seychelles y Togo

Italianos en el centro; rumanos en la periferia

Uno no elige el lugar en el que nace. Pero este hecho y la desigualdad son dos caras de una misma moneda. Al parecer este factor también condiciona las posibilidades una vez se ha trasladado de un país a otro, aunque la desigualdad aún se agrava más si quien migra lo hace desde otro continente. El último informe de la Oficina de Estadística municipal sobre la población extranjera en València revela cómo las expectativas del «sueño americano» no confluyen con la realidad una vez se toca tierra valenciana.

Quien nació con la tarjeta europea bajo el brazo se encontrará con las puertas abiertas para residir en los barrios del centro de la ciudad, aquellos en los que el precio medio de alquiler puede llegar, o incluso superar, los 900 euros. Si, por el contrario, quien migra a València desde los (mal)llamados «países del sur», ya sean del continente africano, del asiático o del americano, encontrarán su nuevo lugar de residencia en la periferia de la ciudad, donde los precios de alquiler se recortan hasta los 400 o 500 euros mensuales, pero también donde más lanzamientos de vivienda se están registrando.

Atendiendo a los datos del informe, en los distritos de Ciutat Vella, l'Eixample, la Saïdia o el Pla del Reial la nacionalidad más frecuente es la italiana con un amplio margen de diferencia entre la segunda nacionalidad predominante. En el caso de Ciutat Vella, por poner un ejemplo, se registran 705 italianos, mientras que la población china (la segunda más frecuente) supera mínimamente las 200 personas.

Por el contrario, en los distritos de Rascanya (Orriols y Torrefiel), l'Olivereta (Tres Forques, Fuensanta y Nou Moles) o Jesús, el perfil de la población extranjera cambia significativamente. El patrón lo marcan los países asiáticos y latinoamericanos. En el caso de los barrios de l'Olivereta predomina la población pakistaní, con 988 personas (cuando en Ciutat Vella ni siquiera se registran 40 personas), seguida de la rumana, con 769 vecinos y la china, con 581 personas. Mientras, en los de Rascanya lo hacen los ecuatorianos, con 826 personas residiendo en sus barrios (en el Pla del Reial apenas se superan las 40), seguido por los rumanos, con 680 personas y los colombianos, con 503.

El caso del distrito de Jesús no dista mucho de los casos anteriores. La principal nacionalidad es la pakistaní, con 805 personas. Le sigue la colombiana, con 613 y la rumana con 605.

Cifras que evidencian la dificultad que atraviesan según qué nacionalidades para lograr la integración que tanto exigen las políticas antiinmigración. «La palabra integración no tiene nada que ver con lo que se cree. La gente cree en la connotación que algunos políticos han logrado llevar al escenario público en que los extranjeros tienen que parecerse a nosotros y actuar como nosotros, pero la integración es otra cosa», señala el sociólogo de la Universitat de València (UV) Albert Mora. «Estos discursos demonizan los comportamientos de una persona extranjera y, al mismo tiempo, jamás reconocen las aportaciones positivas que están teniendo para nuestro país, pese a que muchas veces están dentro de sus propias familias. Porque probablemente no habría nadie que cuidase de sus mayores si no fuera porque hay una mujer ecuatoriana cuidando de ellos 24 horas al día», señala.

Así, cuando hablamos de la integración en contextos de diversidad, hablamos de un camino que implica a todas las personas que se encuentran en un territorio, «independientemente del origen del que provengan» para la creación de un espacio donde los derechos de todos puedan ser reconocidos, es decir, «reconociendo la diferencia y respetando y proclamando tus derechos al tiempo que respetas y proclamas los de los que no son como tú. La persona inmigrante, representada como 'el otro', es percibida, por buena parte de la población, como una amenaza para la seguridad, los recursos públicos y la identidad», señala Mora.

No obstante, el sociólogo de la UV advierte de que no puede haber una integración total si, según la nacionalidad se vive en un lugar u otro de la ciudad o si, según las características físicas, se es acogido de una forma distinta.

Disminuye la población extranjera

El mensaje antiinmigración ha logrado calar hondo, sobre todo en el último año tras el auge de la extrema derecha y su entrada en las instituciones públicas. De hecho, según el último CIS de 2018, la llegada de inmigrantes a la ciudad de València es el asunto que más progresa en la preocupación general. Hace un año este aspecto únicamente inquietaba al 18,2 % de las personas, mientras que ahora lo hace en el 37,7 % de los valencianos. Sin embargo, es un hecho que la inmigración ha ido decreciendo en los últimos años, en especial tras la crisis de 2008. Durante esos años la población extranjera en la ciudad llegó a suponer el 14 % del total, cuando en 2001 no superaba el 3 % (22.863 personas). Sin embargo, en 2019 la cifra ha bajado hasta el 12,9 % (102.704 personas), lo que supone que uno de cada siete residentes en la ciudad de València es extranjero.

La mayoría de ellos, con una residencia mayor a los cuatro años, son europeos (pertenecientes a la UE o no). En concreto el 37,3 %. Le siguen los latinoamericanos con el 25,9 % de la población extranjera en València y ya de lejos los asiáticos (16,9 %) y los africanos (11,6 %). De hecho estos fueron los que más redujeron su llegada a la ciudad en el último año. Actualmente hay un 525 menos de africanos (un 4,2 %), debido, en gran parte, porque València ha dejado de ser un atractivo laboral tras la crisis y muchos solo pasan por España con el objetivo de reunirse con su familia en otros países, como Alemania o Francia.

Llama la atención, no obstante, que la nacionalidad que más crece en la ciudad es la venezolana, debido a la actual migración masiva de su país. En 2016 había en València 1.512 venezolanos, mientras que en 2019 ya son 4.294. También la población siria ha crecido en los últimos años (un 15,6 %), aunque no al ritmo que la de los venezolanos, pese a la interminable guerra que atraviesa su país. Pero, sin duda es la población rumana (9.334 personas), la italiana (8.097) y la china (7.481) la que más nichos de población han creado en València.

Una población más joven

Asimismo, la población de origen extranjero muestra un menor envejecimiento que la autóctona. La edad media se encuentra en los 34,3 años, siendo los más jóvenes los provenientes de países como Afganistán (22,2), Togo (25,5 años), Yemen (26,8), Vietnam (28,7), Honduras (29,6), Indonesia (29,8), Mongolia (29,9) y Haití (29,2). Aquellos con una edad superior a la media son los provenientes de Uruguay (42 años), Malta (41,1), Suiza (40,7), EE UU (40) o Cuba (40). También es indiscutible el equilibrio por sexos. Aunque, igual que ocurre en la población autóctona, los extranjeros mayores de 64 años son, en su mayoría mujeres. Mientras se registran 1.782 inmigrantes varones en la ciudad, la cifra aumenta a las 2.365 personas en el caso de las mujeres (un 32,72 % más), la mayoría de ellas residiendo en el distrito de Quatre Carreres.

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