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Infraestructura

Benimaclet y Malilla, puntos negros con casas conectadas a la red medieval de acequias

Segura, catedrático de la UPV, afirma que València ha solucionado su problema con el saneamiento pero no l'Horta, con miles de viviendas aún diseminadas

La acequia de Vera, con numerosos desperdicios a pocos metros de su desembocadura. mao

El mal uso de las acequias como alcantarillas, señalado como una de las posibles causas de los vertidos de fecales que han acabado en el mar y obligado a cerrar este verano varias playas de València, Alboraia, Massamagrell y Pobla de Farnals, es una asignatura pendiente para la mayoría de municipios de la costa valenciana. El catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universidad Politécnica de València, Juan Marco Segura, que realizó en 2008 un estudio para el Ayuntamiento de València dentro del Plan de Exclusión de Acequias de la red de saneamiento, asegura que València tenía un problema muy grave con las acequias hace tres décadas pero «ha mejorado mucho» y ahora «es posiblemente la que mejor está en materia de saneamiento».

El problema se ha ido resolviendo con inversión en alcantarillado y a medida que se han desarrollado nuevos PAI y las viviendas se han conectado a la red, aunque aún quedan algunos puntos negros en Benimaclet y Malilla, ambos en vías de resolverse con la reactivación de los PAI previstos.

Valencia escondía en el subsuelo 325 kilómetros de acequias de origen medieval gestionadas por el tribunal de las Aguas que servían para regar las huertas de Mestalla, Campanar o En Corts y que con la expansión urbanísticas empezaron a usarse como alcantarillado. Con el paso de los años y el crecimiento de la ciudad, los terrenos cultivables que se han salvado están en los extremos y para regarlos el agua debe recorrer kilómetros de canalizaciones y atravesar la ciudad.

València ha invertido o «enterrado» en las últimas décadas cerca de 400 millones de euros en la renovación de la red de saneamiento de la ciudad y en la construcción de nuevas instalaciones como colectores y depósitos de tormentas, encargados de retener en episodios de lluvias las primeras aguas, las más cargados de contaminación para ir enviándolas a la depuradora poco a poco.

El catedrático Juan Marco Segura explica que València, una ciudad marcada por la amenaza de las inundaciones cíclicas, ha construido un sistema de colectores para evacuación de pluviales de un elevado coste, visitable en algunos tramos, y capaz de asumir riesgos de inundación a 25 años, cuando ciudades como Barcelona o Madrid lo tiene para una década. Unos colectores que, por otro lado, ahora sufren un grave problema de obstrucción por las toallitas higiénicas que ha obligado a desviar fondos para solventarlo.

Los recortes de inversión en los años de la crisis, donde la inversión se ha redujo a la mitad (de 13,7 millones en 2011 a 7,9 en 2012) han comprometido la calidad del servicio. Así lo han advertido los técnicos del Ciclo del Agua en un informe publicado por este diario, donde advierten de la necesidad de urgente de desconectar las acequias de los colectores para evitar los vertidos a las playas. Juan Bautista Marco asegura que València ha controlado el problemas, no así la mayoría de municipios de l'Horta Sud y Nord, cuyos vertidos acaban en el lago de la Albufera y en las playas de Alboraia y València.

Juan Marco Segura afirma que el problema de la conexión del alcantarillado a las acequias no es sólo de Valencia. Es un problema de toda la costa, desde Benicassim a Denia. De Puçol a Silla pasando por Alfafar, que fue el último pueblo en poner alcantarillado en 1969, recuerda el catedrático, quien cifra en más de 40 los municipios que carecen de infraestructuras diferenciadas (acequias de riego y alcantarillado) y en miles las viviendas que siguen conectadas a las acequias, sobre todo las que se construyeron en los años del desarrollismo, donde para ahorrar costes no se hacía alcantarillado. Su consejo para «un problema de chinos» es hacer trabajos de campo calle a calle y municipio a municipio para detectar las viviendas que siguen conectadas a la alcantarillas y arbitrar un sistema de ayudas para subvencionar a las comunidades de propietarios la conexión a la red. «Eso o desviar las acequias por fuera», concluye.

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