El estrés hídrico en verano y los temporales de viento en invierno son siempre sinónimo de árboles caídos. De ahí que las inspecciones y controles por parte del Servicio de Jardinería Sostenible sean una constante durante el año. El área que ahora dirige Sergi Campillo se apoya en la tecnología punta para la prevención de accidentes en ejemplares enfermos, que presentan anomalías o riesgos importantes de rotura. Los diagnósticos se llevan a cabo con técnicas pioneras en la detección de cavidades, pudriciones y fisuras en la madera con un resistógrafo y un tomógrafo.
Aunque se trata de aparatos que ya se utilizaban desde hace cinco lustros, hace poco menos de años se adquirieron por parte del Organismo Autónomo Municipal de Parques y Jardines (OAM) un tomógrafo y un resistógrafo nuevos. El personal del Observatorio Municipal del Árbol, además, realizó jornadas de formación al personal de la OAM, tal como explican fuentes municipales.
En el tramo VI del Jardín del Turia se detectaron dos cavidades importantes en chopos (Populus alba) y para valorar su posible tala se recurrió a un tomógrafo de impulsos, que permitió conocer el estado interior. Ambos chopos tuvieron que ser finalmente talados para evitar su derrumbe.
Los sensores y las ondas que se aplican en los ejemplares sospechosos de pudrición permiten, sin necesidad de producir lesiones en el árbol, conocer su estado interior. El tomógrafo se compone de una serie de sensores que, colocados en la corteza del árbol y alrededor del tronco, reciben y registran unas vibraciones generadas mediante impulsos. Su fundamento se basa en el principio de transmisión de las ondas de fuerza a través de la madera, de modo que la velocidad de transmisión del impulso a través de la madera está relacionada con la calidad de la misma. La madera sana transmite a mayor velocidad las ondas que la madera en estado de pudrición.
