«Es mucha la responsabilidad por la expectación que ha despertado y por lo que espera la gente». Y es que una cosa es abrir un polideportivo y otra es reconstruir, casi piedra a piedra, la Piscina València. La primera instalación de su género en la ciudad, con casi 60 años de existencia y que, tras muchos avatares, cinco años de parón y diez millones de euros en inversión, ha reabierto sus puertas. Ayer se produjo un hecho significativo por simbólico: acabaron de colocar las históricas letras de la torre de cristal, convenientemente restauradas a la vez que la concejala Pilar Bernabé hacía la primera visita institucional.

La sociedad de gestión formada por Jesús Ferrer y Manuel Lacomba repiten en este emblemático espacio la experiencia que han aplicado a otras instalaciones bajo la marca Suma. El resultado es que «la piscina, siendo una parte importante, no es el único objeto del complejo». «El público actual quiere más cosas y lo que tienen ahora es una oferta única para la práctica deportiva», señalan. Cinco mil metros cuadrados de suelo deportivo con más de viente actividades diferentes en cuatro plantas. Para practicar, con espacio y luz natural, todas las actividades que caben en la imaginación de quien quiere estar en buena forma. Más añadidos muy característicos de este complejo, como su solarium, que existía ya en origen y peculiaridades, como que no hay a la vista prácticamente ningún tipo de canalización.

Aquel que, en algún momento, acudió a la Piscina, le va a costar reconocerla. Ya no hay trampolín, ya no hay gradas. Ni siquiera los techos altos. Sin perder luz, se ha ganado un piso para el extraordinario espacio de aparatos gimnásticos. Se ha hecho más grande la piscina de niños y tercera edad y se ha desplazado unos metros el vaso grande. No queda ni un azulejo de la antigua instalación, a la que ahora se le han añadido, además, saunas y jacuzzis. La entrada al recinto ha cambiado de lugar pero lo que se mantiene intocable es la planta y la forma. Eso era innegociable en el pliego de condiciones. Incluyendo el ficus protegido que crece paralelo al edificio.

Ferrer y Lacomba, Suma, son conscientes de que la apuesta es ambiciosa y arriesgada. Tienen 45 años para llevarla a buen puerto. Ya queda en el archivo el colapso de la empresa Barrachina con esta reinauguración, después que el otro complejo, el antiguo Alameda Palace-Graelles, reabriera meses atrás.

«Más que un gimnasio, es un centro de entrenamiento, más que una piscina, es una experiencia» asegura Jesús Ferrer. Se calcula que el complejo está preparado para acoger a 4.500 personas en sus diferentes bandas horarias y de especialidades (el horario es de 7 a 22 horas). No es una instalación de élite ni una «low cost». No casa en ninguna de las alternativas tradicionales porque Piscina València sólo hay una. De hecho, los precios se rigen por la Ordenanza Municipal. La tarifa universal, la individual sin descuentos, es de 40 euros con derecho a todo. Incluyendo el formar parte de la historia.