El Ayuntamiento de València actualizará, a la vuelta de vacaciones, el censo de palomas bravías, que en la actualidad registra una población de unos 36.000 individuos. El último recuento lo llevaron a cabo los técnicos en septiembre de 2018, como paso previo a la puesta en marcha de un programa de captura y reubicación en palomares. En barrios como la Malvarrosa y El Pilar, con una elevada densidad de estas aves urbanas, se procedió el pasado mes de mayo a su recolocación en parques como Orriols, Cabecera, Rambleta o Benicalap, con una ocupación menor. «Actualmente, estos puntos están en observación para valorar el grado de asentamiento de cada uno de ellos sobre los individuos introducidos», señalaba Glòria Tello (Compromís), que esta legislatura volverá a llevar la concejalía de Benestar Animal.
Consciente de las quejas vecinales en algunos puntos de la ciudad, asegura que el plan de gestión del consistorio persigue «una población de palomas en número y situación compatible con la salud pública, sanidad y bienestar animal y con el medio ambiente» sin llegar al sacrificio. Dos de las principales actuaciones son el uso de piensos anticonceptivos y la gestión de palomares ecológicos. «Son métodos pioneros, donde el bienestar animal ocupa un lugar importante en el diseño de estas estrategias», explica. Estas actividades no suponen una reducción directa de la población de palomas, aunque sí se plantean como soluciones a medio y largo plazo. «La captura y sacrificio no es eficaz, puesto que los nichos libres son ocupados por nuevos individuos, además de aumentar la descendencia por el aumento de alimento disponible», razonan desde la regidoría.
El pienso anticonceptivo se basa en la ubicación de dispensadores de comida esterilizante en lugares estratégicos, donde se tiene constancia de poblaciones relativamente grandes. Se seleccionan focos restringidos al público, principalmente en azoteas de edificios municipales, y se mantiene una vigilancia o supervisión del sistema. Actualmente están instalados un total de 16 dispensadores, que distribuyen maíz tratado una vez al día, tras lo cual una persona encargada en cada punto comprueba que no sobra producto, para lograr que todas las palomas puedan comer la dosis necesaria de pienso y también para evitar que el sobrante se encuentre disponible para otras aves y/ o animales, ya que se procede a su recogida.
Los palomares ecológicos, construidos en 2009 con 200.000 euros del plan Zapatero, pero que el PP de Rita Barberá mantuvo inutilizados, son una de las herramientas «fuertes». Son nueve los abiertos en distintos puntos, aunque con un nivel de ocupación por debajo de sus posibilidades, tal como admiten en la concejalía. De ahí que se planteen capturas en espacios con una elevada densidad y reubicaciones, con cuarentena previa, para aliviar algunas zonas.
Revisiones quincenales
«Los palomares son revisados de manera rutinaria, quincenalmente por el técnico encargado, para comprobar el buen estado de las instalaciones, proporcionar alimento y agua, y semestralmente por la veterinaria», comentan. «La convivencia de un elevado número puede provocar un aumento del contagio de enfermedades, que podrían llegar a suponer un problema de salud pública, por su carácter zoonótico», razonan desde el área de Tello.
En cuanto a las cotorras, desde el consistorio se incide en que no hay un plan especial de control, por tratarse de una especie invasora, cuya competencia es de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural. En 2015 se contabilizaron un total de 400 cotorras. «A día de hoy no supone un problema, ni sanitario ni de molestias en la ciudad», señala Tello, para acto seguido apostillar: «En un futuro y en función de la evolución de la población se pueden valorar estrategias junto con conselleria».
