Las cerca de 80 familias que colocan sus puestos de venta en el Mercado Central mantienen el pulso al concejal de Comercio Carlos Galiana después de la entrada en vigor de la normativa que prohíbe la venta de ropa y bisutería en el mercadillo del domingo. El casi centenar de puestos que serpentean por la calles del entorno protegido ya advirtieron la semana pasada de que mantendrían la venta habitual. Pese al incumplimiento de la ordenanza, no hubo intervención policial. Tan solo tienen constancia, explican los vendedores, de la visita de un «placero» a sus instalaciones para la redacción de un informe. No obstante, fuentes municipales aseguran que esta es una acción habitual.

Los vendedores aseguran que se acogen a la disposición transitoria segunda de la normativa. El documento señala que «las autorizaciones municipales para ejercer la venta del mercado periódico festivo de la Plaza Redonda, que en la actualidad permite la venta de artículos de regalo, continuarán vigentes sin perjuicio de la posibilidad de solicitar la adecuación a los artículos». El presidente de la Asociación de Vendedores del Mercado Central, Francisco Camps, asegura que este punto les exime de su cumplimiento al no ser que traspasen su módulo a otros vendedores, quienes sí estarían obligados a cumplir la normativa.

Ochenta alegaciones

El uno de agosto, un día después de celebrarse el primer pleno del ayuntamiento tras las pasadas elecciones, Camps presentó al consistorio un total de 80 alegaciones haciendo referencia a la citada disposición. Asegura, no obstante, que si bien recibió contestación de Galiana para incidir en el cumplimiento de la normativa, ninguna de sus respuestas hacía referencia a este respecto.

También los vendedores habilitaron un espacio para la recogida de firmas vecinales contra la prohibición de la venta de ropa y bisutería que, sobre las 12.00 horas ya contaba con más de 1.000 firmas.

Sospechan que la redacción de la nueva normativa se realiza en un intento por desmantelar el mercadillo, dado que denuncian que casi un centenar de vendedores no podrían vivir únicamente de la venta de cromos, libros o música descatalogada. De hecho, frente a la Lonja, Socorro García ha tenido que rebajar el precio de sus libros a un euro. «Sino no los compraría nadie», reconoce esta vendedora, que durante toda la mañana apenas pudo recaudar más de 30 euros.