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Rincones de València que hacen frente al boom urbanístico

La calle Antiga Senda d'en Senent guarda, en el número 9, un edificio familiar convertido en el símbolo contra la expropiación

El colorido de la fachada acerca a turistas y vecinos. eduardo ripoll

Las calles del Pla del Reial atesoran una verdadera pequeña joya aún en bruto. Un símbolo de resistencia ante la expropiación. Es en el número nueve de la calle Antiga Senda d'En Senent donde un pequeño edificio, antes conocido como «la casa alta», se enfrenta al tumulto de la edificación. Una zona bien conocida por sus numerosos edificios destinados a oficinas, a hoteles, a los negocios. Entre fincas acristaladas de no menos de 10 plantas resalta un pequeño edificio de no más de cuatro alturas.

Siempre lo ha hecho, pero el vecindario que allí reside decidió hace apenas unos meses revitalizar su imagen. Ahora los colores (en especial amarillo y distintos tonos de azul) inundan su fachada. Casi pareciera un mural inspirado en las calles de Cuba o de otro país latinoamericano. De hecho, su artista, Carlos Arteaga, es originario de Colombia. Su inspiración, no obstante, no se halla al cruzar el charco, sino más bien a unos pocos metros del enclave: el proyecto de ampliación de la Avenida Blasco Ibáñez que destruiría cerca de 1.651 viviendas.

Pintan un edificio en València para celebrar la resistencia a la burbuja inmobiliaria

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Durante la proyección de la iniciativa de la exalcaldesa Rita Barberá, las calles del Cabanyal se llenaron de pintadas en diagonal y color ocre que pretendían recrear el espacio destruido. En este hecho se inspiró el licenciado en Bellas Artes, Arteaga. «Las líneas en diagonal de la fachada son un reflejo de la resistencia del Cabanyal por mantener su territorio», reconoce el pintor, quien ha querido unir esas dos reivindicaciones en una sola, destacando el papel que tuvo la familia Senent en esta lucha de generaciones por mantener su hogar.

Fue Francisco Senent quien, en 1930, decidió construir la edificación para sus 16 hijos. Hicieron frente a la expropiación durante la Guerra Civil por el bando republicano, también superaron la riada de 1957, incluso lo lograron con el boom urbanístico de los años 80. Entonces fueron muchas las empresas las que les ofrecieron grandes sumas de dinero para derruir el edificio y destinarlo a la actividad empresarial, dejando, así el «edificio familiar» escondido entre gigantes de la construcción. No obstante la finca se ha convertido ahora en una especie de resistencia contra el crecimiento inmobiliario, creando un rincón frente a una zona verde a la que se acercan turistas y vecinos a fotografiar y que, ciertamente, permite arrinconar el frenesí de la ciudad.

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