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Bocado de asfalto a la huerta

La ampliación de la V21 destruirá 60.000 m2 de huerta productiva frente a la oposición de plataformas de barrio y vecinos

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Los efectos de la ampliación de la V-21 sobre la huerta

El Forn de Barraca es una auténtica institución en todo el término de Alboraya. Fue el único horno disponible en más de cuarenta años para todos los habitantes de l'Horta y cerró sus puertas en 1976. Más de 100 años después de su construcción todavía sigue en pie, y aunque sus paredes no hablen, el edificio rezuma historia en cada esquina. A su alrededor brotan cientos de metros de huerta productiva trabajada por agricultores que desde hace semanas se han encontrado una imagen singular. Máquinas destrozando campos de chufa semanas antes de la cosecha, dejando todo preparado para que el asfalto entierre la tierra labrada durante varias generaciones.

Se trata de la ampliación de la autovía V21, en concreto del tramo del Carraixet hasta la entrada de València por la avenida de Cataluña, que pasará de dos a tres carriles en ambos sentidos. La obra, que comenzó en el año 2014 de la mano del Partido Popular, ya ha sido ejecutada y ha supuesto la expropiación de 60.000 m2 de huerta productiva que pasarán a ser asfalto este mes de septiembre. Plataformas vecinales como Per l'Horta, afectados y organizaciones ecologistas y de agricultores han mostrado su rechazo al proyecto durante años, pero no han conseguido impedir la ampliación.

Lluís Fontelles, uno de los afectados por la expropiación del Forn de Barraca, asegura que durante todo el proceso la falta de altura política ha sido una constante. «El Ministerio de Fomento no nos dio ninguna información de los procedimientos previos y tuvimos que presentar alegaciones fuera de plazo porque no nos informaron. Siempre nos hemos sentido los últimos de este proceso y pensamos que a los agricultores nunca se les tiene en cuenta para nada», señala.

Ramón Gimeno, uno de los nietos del «tío Barraca», que levantó la casa, ya sufrió la construcción de la autovía en los años 60. «Entonces ni siquiera miraron por donde iba a pasar y ahora quieren asfaltar más todavía». Afirma que sería mejor hacer otras infraestructuras necesarias, «por ejemplo, muchos agricultores aquí no pueden regar. Podrían hacer primero las infraestructuras de las acequias y después ponerse con lo que toque».

Desde plataformas como Per l'Horta no comprenden que el Botànic haya decidido asfaltar los cultivos periurbanos. Su portavoz, Josep Gavaldà, asegura que «no es de recibo, como ha hecho el presidente Puig, declarar emergencias climáticas y después ponerte a ampliar autopistas. Es una cosa que va completamente en contra de lo que es una emergencia climática». Desde Ecologistes en Acció también critican «la incongruencia entre lo que prometió este gobierno y las medidas que está aplicando», además señalan que «en un contexto de cambio climático no entendemos esta decisión, habría que reducir, no impulsar las inversiones en carreteras».

Problema sin resolver

El Consell justificó la ampliación de la autovía como una medida para evitar los embotellamientos a la entrada de la ciudad. Varias organizaciones han criticado esta medida y la han tachado de ser poco eficiente. David Hammerstein, sociólogo y activista ecologista, fue eurodiputado por el grupo de los Verdes entre 2004 y 2009. Destaca que «caminamos en la dirección contraria al resto de Europa. Las obras, más hormigón y más asfalto, son exactamente lo que no toca hacer en el contexto de emergencia climática». España es, según la Oficina Europea de Estadística, el país con más kilómetros de carretera de la UE, a lo que se le suma que la licitación de obras en carreteras el último año se ha aumentado un 55%. Para Hammerstein incidir en este tipo de infraestructuras es «una tendencia suicida que no va a ninguna parte, salvo a tirar el dinero a la basura. Es un despilfarro de dinero público, no para el bienestar, sino para el malestar».

En la huerta, Ramón Gimeno cuenta que muchas personas se han acercado para ver este horno. Una de las últimas que se interesó fue la arqueóloga de OHL, la constructora se embolsará 20 millones de euros por el proyecto, con la intención de hacer un reportaje fotográfico de un inmueble de gran valor patrimonial. Tanto que hace 80 años los obuses de la Guerra Civil estuvieron a punto de derribar sus puertas de madera, pero «el tío Barraca» las arregló y las volvió a colocar. Hoy, lo que no pudieron hacer las bombas lo conseguirán las máquinas.

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