«Vivimos en Massarrojos y mis hijas, de cinco y ocho años, cuando vienen a la ciudad ya nos dicen que huele mal, que hay muchos coches y ruidos». Esta frase de Ana, una de las asistentes ayer al primer día de la Fira de la Movilitat Sostenible de València, refleja el espíritu de esta iniciativa que cumple ya su cuarta edición. La apuesta por una forma de entender la movilidad urbana más respetuosa con el medio ambiente y con los ciudadanos que la viven cada día repercute en el presente, pero, ante todo, es una forma de proteger el futuro; esa herencia que se transmitirá a las futuras generaciones. Esos niños y niñas que empiezan ahora a trastear con su primera bicicleta, serán los que, cuando dentro de una década les toque sacarse el carnet y comprarse su primer vehículo, tendrán, previsiblemente, muchas más opciones y posibilidades de que este sea eléctrico. Y, de hecho, así lo esperan, y lo desean sus padres, al menos gran parte de los que ayer se acercaban a la fira.

En la misma línea que Ana se expresaba, por ejemplo, Aurora, de Aldaia, que paseaba con su hija de cinco años, la cual, por cierto, ya va en bici sin ruedines y ha hecho que su madre se compre otra para acompañarla. «Me gustaría que su primer coche fuera eléctrico, debemos de evolucionar hacia un transporte que no contamine», indicaba.

Un poco más allá, nos encontramos con Pepe Parrilla, vecino de València, quien acudía con su mujer y sus hijos de entre 2 y 4 años. Al preguntarle por ese futuro en que estos ya sean mayores de edad él, ingeniero de formación, auguraba que «se irá por la vía eléctrica, es la más sostenible y de futuro».

Mientras tanto, de los talleres planteados para los más pequeños salía José con sus hijos. Él asevera que siempre va a trabajar en bici, incluso cuando llueve, y que «es importante que los pequeños «vean y se conciencien ya con iniciativas ecológicas como esta».