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Las casas que desprecio al aire fueron...

El cambio en la configuración de la ciudad y el tráfico rodado obligaron a hacer calles más amplias, puentes más anchos? y bajo la piqueta cayeron de forma indiscriminada casas nobles, palacetes y verdaderos palacios que de tenerlos hoy en día, embellecerían y darían prestigio a nuestra ciudad

Las casas que desprecio al aire fueron...

Con el título de este reportaje («Las casas que desprecio al aire fueron...»), Francisco Almela y Vives publicaba un artículo en este mismo periódico hace exactamente sesenta y nueve años; un artículo que él mismo denominaba fastidioso, atemporal y extensivo a plazas, muralla, puertas, etc. Verum Valentia quiere hacer un homenaje a este autor nacido en Vinaròs que trabajó en innumerables obras y opúsculos, todos ellos dedicados o relacionados con nuestra València, abarcando desde la historia hasta el arte con una amplitud verdaderamente humanística.

En este artículo, Almela y Vives saca a relucir como en casi toda su obra, su pesimismo refrenado, que no es más que su hipersensible forma de expresar su amor por los valores que ama y que se encuentran en trance de pérdida, negación o ruina. Es, pues, un recorrido por dieciséis edificios importantes, bien por su tamaño, bien por su valor arquitectónico, que en la década entre 1940-1950 desaparecieron. La mayoría de ellos son desconocidos pero sirven para recrear la historia de nuestra ciudad.

La evolución de estas casas según las distintas épocas nos permite conocer las tendencias o modas en sus construcciones en la evolución de la ciudad. Estos palacetes descienden de las casas solariegas de los remotos tiempos medievales; eran verdaderas fortalezas construidas de piedra de sillería, tenían su torre de defensa flanqueando el edificio, matacanes sobre sus puertas de grandes dovelas, sus pozos y sus saeteras.

A partir del siglo XVI se empiezan a abrir algunos huecos al exterior y en el XVII se encuadran los portalones cortando en ángulo recto sus dovelas; se cubren las torres con caperuzas cuadriláteras y puntiagudas; se convierten en balcones lo que eran ventanas trilobuladas y se sustituyen por barrocos trofeos heráldicos lo que eran sencillos escudos góticos de familia. Solo interiormente se conservaron algunos de los elementos de su prístina edificación, como los zaguanes de grandes arcadas, las escaleras en los patios interiores, los envigados en los entresuelos, los artesonados en la estancia principal y las galerías de arquillos en el remate. Vamos a detallar la relación de casas que Almela y Vives describe en su artículo, todas ellas de relevancia histórica, arqueológica y arquitectónica para nuestra ciudad.

La casa de Chova

Situada en la calle Calatrava 13, perteneciente a los Barones del mismo título. Tras un portalón de arco de medio punto y grandes dovelas, se accedía a un patio se finales del Siglo XV con escalera descubierta. Todo él era un conjunto de nobilísima arquitectura, llena de detalles preciosos y de un alto valor.

La casa de los Cendra

Ocupaba el n.º 22 de la calle «En Sendra», posiblemente mal ortografiada, edificada en el siglo XVIII. Su escalera conservaba el típico poyo sobre una ménsula para descabalgar.

La casa de Ezenarro

En la calle Gobernador Viejo,19, adquirida por el Marqués de Ezenarro a la testamentaría de D. Pedro de Albornoz. Sobre la puerta, un gran escudo heráldico.

La casa Casasús

Situada en la calle Lluis Vives, llamada así por estar en ella la casa natalicia de este valenciano universal, aunque anteriormente se le llamó de la Soledad por el retablo de dicha Virgen que hubo en un recodo en lo que era la casa del maestrante Don José Casasús. Sobre la puerta de entrada, el blasón del linaje Casasús.

La casa Pestagua

Calle del Mar, 53, en la esquina con la calle Bretón de los Herreros. Perteneció a los condes de Pestagua por compra a los Condes de Soto Ameno.

La casa de Mirasol

Plaza de Mirasol 2 , comprada por José Carroz y Cruilles, Marqués de Mirasol en 1730 a Manuel Alapont, Maestro del Oro de la Ciudad y el Reino, que la vendió para instalarse en la calle Paraíso con un importante proyecto azulejero. La casa Mirasol fue decorada con un escudo pétreo del título del marquesado; su jardín con restos góticos es uno de los últimos conservados, con carácter doméstico, en el centro de la población. Su magnífico Almez o Lironer se conservó hasta última hora.

La casa de Aguilar

En pleno barrio del Carmen, calle Padre Huérfanos, 1; en la fachada el escudo de los Condes de Alaquàs, que la cedieron a la Diputación con la idea de ubicar allí el museo de cerámica. Toma la casa el nombre de su primer propietario Don Gonzalo de Aguilar en el Siglo XV. La edificación contaba con dos grandes patios, reminiscencias de su Córdoba natal y las salas tenían unas magníficas techumbres de madera.

La casa de la plaza Pellicers

Hablamos de la situada en el nº 7 de esta desaparecida plaza; levantada entre los siglos XVIII y XIX y por supuesto muy barroca, tanto en la en los hierros de la escalera como en la azulejería, no en vano estaba allí la Cerámica Española sistema Valldecabres de D.Onofre y D.Emilio Valldecabres. Pero la Avenida del Oeste no perdonaba.

La casa Ráfol

Perteneciente a los Marqueses de Ráfol y situada en la también desaparecida plaza de Pertusa a causa de la Avenida del Oeste. Hasta su derribo conservó huellas de la pintura mural de su fachada que, como otras casonas valencianas tenía; tenía el blasón de piedra en el dintel de la casa.

La casa de la Cuadra

Casa familiar de dicho apellido en la calle Quevedo nº16 edificada en el siglo XVIII. Poseía uno de los mejores conjuntos de azulejería de estilo completamente personal y realizado en el mismo edificio para su aplicación, también tenía una de las mejores colecciones de pinturas antiguas que había en Valencia.

La casa Nieulant

Plaza de Vilarrasa, 2. Sobre un edificio del Siglo XV, en el XIX el arquitecto Cortina lo había restaurado dándole un aspecto más original. Del antiguo quedó el portón con la letra N dejando el blasón para la zona de la torre.

La casa de Parcent

Calle Yerbas, 5 Mansión vinculada a los Condes de Parcent que pertenecía últimamente a la familia Montesinos-Checa. Poseía un enorme portalón con arquería del siglo XVII, escalera en el patio y retablo marmóreo con las armas de los Cernesio sobre la escalera y la fecha; 1622.

La casa de Torrefiel

Aparecía como la proa de un barco entre las amuras de las calles Vilaragut y Procida. No tenía gran valor arquitectónico, pero era muy armoniosa y pintoresca; bellamente adornada con barandillas de medias cañas alfareras y tiestos llenos de flores, que, lejos de obstruir, embellecían la visión del campanario de San Andrés.

La casa Escribá de Hijar

Plaza de Vilarrasa, 4, estrechando la calle María de Molina. Fue la casa de los Condes de Alcudia, aunque últimamente pertenecía a otra familia y tuvo diferentes usos, allí estuvo unos años la sede del Valencia CF. El sobrio exterior escondía un gran patio, un cuidado jardín y unas suntuosas escaleras. Fue derribado para abrir la calle Poeta Querol.

La casa de la Rinconada

Encontramos en el nº 1 del zaguán, entre sus vigas, unas bovedillas de molde con motivos típicamente valencianos del renacimiento de los que ya quedan pocos.

La casa de Carsí

Calle Conde de Montornés 6. Se trataba de un edificio interesante por la torrecilla sobresaliente a modo de miramar, con caperuza de tejas vidriadas. Este es otro de los elementos muy característicos en la arquitectura local y que van extinguiéndose.

Hasta aquí hizo su recopilación Almela y Vives, pero su pesimismo refrenado se habría multiplicado si hubiera podido ver lo que el futuro iba a deparar a otros tantos palacetes o grandes casas nobles que sufrieron el acoso de la piqueta. Detallaremos unos cuantos de ellos en las siguientes líneas de este reportaje.

Palacio Vilaragut

Plaza de Rodrigo Botet, nº 5. Era una construcción del siglo XV con una amplia fachada, arquería de coronamiento y su robusta torre. Albergó a personajes importantes como el papa Benedicto XIII, el Papa Luna; al infante de Aragón que sería el rey Alfonso V el Magnánimo y a su esposa María de Castilla, a raíz de su matrimonio acontecido en nuestro Palacio Real en 1415.

Después de los Vilaragut, los Maza de Linaza habitaron el Palacio. El último inquilino fue la Academia Castellano y en su abandono lo compró la familia Sendra para su derribo y edificación de un gran hotel que se inauguró en 1959.

Palacio Parcent

Plaza de Juan de Vilarrasa. Dos hermanos de la familia Cernesio vinieron de Italia en el siglo XVII, sobrinos del Papa Inocencio XI, compraron en 1636 la Baronía de Parcent, convirtiéndola en condado en 1649, y se establecen en la ciudad en la Plaza de las Yerbas, como ya dijimos, dedicándose a la seda. Pronto compran en la zona de los Santos Juanes muchas propiedades, entre ellas una sedería, y llegan a edificar la casa más importante de la ciudad, digna de reyes. Grandes salas, altos techos, puertas espaciosas, cuadras, un patio central de sillería con atrio circundante y otro con jardín y picadero. También poseía teatro, sastrería y farmacia para su uso privado. En agosto de 1812, José Bonaparte lo habitó durante 15 días. En 1829 tuvo lugar una gran recepción a los reyes de las Dos Sicilias. Se derribó en 1965.

Palacio Ripalda

Situado en la Alameda, zona de solaz de las clases altas. Edificado a finales del siglo XIX tuvo una corta vida, pues se derribó en 1967. No era una casona al estilo valenciano: era un castillito de origen belga, mezcla de muchos estilos que se da en llamar ecléctico. Perteneció a la heredera del Conde de Ripalda, que lo regaló a su sobrina nieta por su boda con el Conde Berbedel. Los herederos lo vendieron para su derribo en 1967.

Palacio Mustieles

Este palacio Mustieles estaba situado en la Plaza de Tetuán 15, en la intersección de la plaza con el paseo de la ciudadela, un punto estratégico y amplio en el solar donde antes estuvo la Casa Llavero. Lo encargó el matrimonio García-Mustieles Calvet-Bas en 1895 a Rafael Martínez Zapatero. La inclinación del terreno proporcionó semisótano y tres plantas; con patio cubierto y otro descubierto, una cancela acristalada y escaleras de mármol con pasamanos de madera. Tras la ampliación del puente del Real en 1968 fue derribado.

Palacio Moroder

Plaza de Tetuán, nº6. Conocido como Palacio de los Condes de Alcudia, aunque éstos tenían anteriormente la casa-palacio en la calle Trinitarios. Los Moroder, dedicados a labores agrícolas y ganaderas, derribaron su palacio a principios de los años 60 para que Miguel Fisac construyera un edificio que rompe con la armonía de la plaza.

Podríamos seguir esta relación con algún edificio más, pero Verum Valentia no pretende adueñarse del pesimismo de Almela y Vives, tan solo hacer un homenaje a su artículo y a esas casas nobles que se encontraban en sus paseos por la ciudad nuestros antepasados. Entendemos que su desaparición pudo ser en beneficio de un bien general o de algún beneficio meramente particular, por lo que básicamente nos limitamos a perpetuarlas en nuestro recuerdo?

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