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San Silvestre

Un "mar de disfraces" que siempre sobrevive al caos

La carrera de la San Silvestre es un reto organizativo para la ciudad que ha ido creciendo a lo largo de los años para convertirse en una de sus grandes manifestaciones populares

Así se anunciaba en Levante-EMV la primera edición de la San Silvestre en 1984.

Un «mar de disfraces» recorrerá nuevamente las calles de València el 30 de diciembre con motivo de la San Silvestre Popular Valenciana. La edición número 36 de un fenómeno social que refleja en gran medida, en su origen, el cambio de criterio en una ciudad que, a lo largo de los años, acabó por entender la aportación social que supone cerrar y ocupar, por unas horas, las calles de la ciudad para una práctica deportiva.

La San Silvestre tuvo que vencer muchos temores en su inicio y hoy sigue siendo todo un reto, pues supone ocupar la parte más transitada de la ciudad en un día intenso por festivo y en hora punta. Esto no es una volta a peu de domingo temprano por la mañana en las calles de un barrio. Esta es una de las cinco o seis carreras más populosas del año en medio del centro neurálgico de la ciudad. Y, sin embargo, el milagro se repite año tras año y con éxito. Es como si la ciudad hubiese adoptado la carrera como una segunda piel y se acepta sin trauma.

Hay que remontarse a finales del año 1984 para recordar lo que fue la primera edición de esta prueba que, en sus primeras ediciones se celebraba, a imagen y semejanza de Madrid, el 31 de diciembre.

La primera edición fue un empeño del entonces concejal de deportes Paco Gandía y se planteó con el lógico apuro de una primera edición, y los temores de orden público que podía suscitar. «Este tipo de carreras ya se vienen celebrando tradicionalmente en Madrid y Barcelona y con éxito de participantes y de público. Yo me preguntaba: ¿por qué València iba a quedarse al margen! Así que lo propuse y, tras superar diversos obstáculos, la vamos a poder llevar a la práctica». Pero había miedo, que así lo reflejaba el edil en la prensa del momento. «No hay ningún motivo para que se organice un caos. En Madrid cruza la Castellana entre la aceptación de los ciudadanos. Pondremos todo nuestro esfuerzo para que todo salga bien y si cometemos errores, que sepan disculparlos para que los podamos corregir en el futuro».

Paradójicamente, en esas primeras carreras, cuando el fenómeno de la carrera a pie era casi marginal en la ciudad (faltaba una generación para alcanzar la condición de «Ciudad del Running»), el recorrido era más largo que en la actualidad. Porque al trazado actual se le añadía un paso por la Alameda y toda la calle Colón, para alcanzar los 6.700 metros. Cerca de tres mil era la cifra, decían, de participantes en esos primeros años. Miguel Rubio y Amparo Sahuquillo, dos verdaderos emblemas del atletismo popular valenciano, fueron los ganadores de esa primera edición.

La prueba se celebra el 30 casi desde el inicio. A los pocos años optó por abandonar el verdadero día de San Silvestre. De esta manera las poblaciones que celebran estas carreras en la última semana del año «limpian» el 30, sabedoras de la atracción que supone la carrera del cap i casal, que se convierte en jornada de visita comercial y carrera, todo en uno. Ese día sólo hay programadas cerca una en Algemesí y otra en Guadassuar.

También ha sido muy fiel a su trazado (la «línea del 5») desde que se eliminó el paso por la Alameda, lo que supone un verdadero reto al coincidir con el tránsito normal de personas en plenas fiestas. Ese es el motivo por el que, hace ya años, se optó por evitar la calle Colón para no entorpecer a las personas que acuden a los centros comerciales. Otras veces hubo que realizar modificaciones, como cuando la plaza de San Agustín estaba levantada por obras.

En cualquier caso, más que el traslado de fecha, la verdadera explosión de la prueba fue con el crecimiento del interés por la carrera a pie. Que estuvo a punto de convertirse en un problema de orden público: a primeros de década, hubo ediciones en las que los primeros clasificados llegaban apenas un par de minutos después de empezar los últimos en salir. Esto propició que, en los últimos años, el trazado se haya acomodado a las necesidades de una prueba de proporciones extraordinarias: volver a alargar ligeramente el trazado, hasta los 5.300 metros, y separar la salida (calle Xàtiva) de la meta, debajo mismo del Ayuntamiento.

¿Número de participantes?

¿Cuántas personas participan en la San Silvestre? Nadie lo sabe. Porque más allá de los dorsales, hay muchos corredores que acuden directamente, sin pasar por el trámite de apuntarse (que no deberían porque hacerlo da seguridad en caso de accidente), y a pesar de ser un euro con fines solidarios. El crecimiento es tal, que hace años que se optó por dejar de regalar objetos en la entrada. Las camisetas pasaron a la historia y en la zona de Correos, donde el pelotón se dispersa, tan sólo hay bebidas.

Para peculiar, no hubo edición como la de 1995. Ese año se cambió el trazado para hacerlo coincidir con el Partido Contra la Droga, un encuentro entre futbolistas y famosos, de tal manera que la meta se trasladó a la puerta de Mestalla y a cada corredor se le regaló una entrada (aunque cogiera un enfriamiento de campeonato). Con lo que no se contaba fue que coincidieran en horario los corredores y los espectadores y el tremendo aguacero que cayó a la hora de la prueba.

La nueva concejala de deportes, Pilar Bernabé, asegura tener claro que esta carrera es, sobre todo, un acontecimiento social. «No tenemos que competir con Madrid por tener atletas de nivel internacional, ni buscar récords. Para eso tenemos el maratón y el medio maratón. Aquí es un acontecimiento familiar». Aunque, asegura, empiezan a bullir ideas para reforzarlo. «Por ejemplo, hacer un buen concurso para premiar los mejores disfraces...».

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