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El juego entre Pelayo y Mestalla

El juego entre Pelayo y Mestalla

E l trinquet ha sobrevivido porque fusiona a la gente más canalla. Val i partida. Pelayo nunca fue una institución de reivindicación de la lengua autóctona, ni del autogobierno. Allí se arriesgaba el dinero, y algo más. Nunca se recitó poesía, ni se vieron sotanas durante los años del franquismo. Cuando se retaban Juliet d'Alginet y el Xiquet de Quart habían muchos duros en juego. Y cuando terminaban las partidas nunca sacaban a hombros a los pilotaris, se iba directamente a la taquilla a cobrar. Las mejores partidas eran el sábado a las cinco de la tarde para que el público de todas las comarcas llegará a la Estación del Norte, y en caso de ganar pegarse una buena parranda antes de coger el tren de vuelta a casa. Conciliación de finales del siglo pasado. Lo digo ahora que Espacio Inestable representa hasta el 26 de enero la primera obra escénica sobre la pilota, L'home bo, de tres jóvenes creadores Jaume Ibáñez, Fernando Soler y Robert de la Fuente. Aplaudo su valentía para abordar nuestra poliédrica identidad desde la cancha de l'escala i corda, con sus luces y sombras. Pero agradezco más que la sala de Jacobo Pallarés programe un espectáculo durante tres fines de semana seguidos. O se empieza a seguir el ejemplo o el teatro también se va a perder en las repletas estanterías de novedades.

Aunque el disfrute entre deporte y ocio lo llevó a la máxima expresión Salvador Gomar (padre del actual presidente de la Federación Valenciana de Fútbol) en su etapa como gerente del Valencia CF entre 1973 y 1986. Hubo un tiempo no lejano donde los clubes decidían el horario de los partidos de casa, y él parió jugar los sábados a las diez de la noche. Aquellas veladas en Mestalla eran épicas, incluso para aquellos que venían al fútbol pero se quedaban por los alegres locales de los aledaños y cuando llegaba la hora del pitido final salían para preguntar el resultado a los que marchaban de Mestalla . Gomar hizo más por la familia que Marcelino Olaechea, arzobispo vasco y carlista que se dio un homenaje construyendo el barrio que lleva su nombre santificado. Luego no le hizo mucha gracia, tampoco a sus sucesores, que la parroquia de Sant Marcel·lí juntará en sus salones a toda la oposición antifranquista. Ironías del destino.

El Retors del Dissabte

Una de las figuras claves de Sant Marcel·lí fue el párroco Julio Ciges. Llegó a principios de los setenta, como Gomar al VCF, se juntó con la activa Asociación de Vecinos y promovió el bienestar social en un barrio muy necesitado. Ciges que ahora está al cargo de la parroquia de Vera en la Malva-rosa, fue uno de los fundadores de Rectors del Dissabte, un grupo de sacerdotes progresistas. Hay que oir una misa de Ciges en valenciano, natural de La Canal de Navarrés. Como el mercado también va más rápido que el catecismo, ahora administra las almas de la Patacona, como se sabe una de las zonas residenciales menos obreras de la metrópoli. El dissabte sirvió de apellido tanto para la mítica sección de pilota que escribió durante años en estas páginas Josep Lluís Bausset, como para los curas progres. Aunque València está muy lejos de ese aforismo que circula contra la vecinos de la catedral de La Marina ( Benissa, pilota i misa), que pusieron en movimiento los aficionados a la legendaria absenta La Loca de Pego.

Ronda tortuga

Los vecinos de Sant Marcel·lí son ahora los más veteranos del Bulevar Sud, la zona con más expansión inmobiliaria. Por cierto, los que padecemos todos los días su descoordinación de semáforos ya hemos tirado la toalla. Vale que se limite la velocidad, pero al menos que se pueda circular más de doscientos metros sin parar. El cuarto anillo se ha convertido en una de las avenidas urbanas con más futuro, pero si me permiten una primicia, en la V-30 todavía no hay semáforos. Hay otro fenómeno por explotar en el barrio. El constructor Juan Armiñana y mítico fundador de la Falla Nou Campanar es ahora uno de los puntales de la comisión fallera de Sant Marcel·lí. Ahí lo dejo.

Pilota y balón

La vinculación perfecta entre Pelayo y Mestalla la personificó Arturo Tuzón, el presidente que asumió el VCF cuando bajó a Segunda, y que durante las seis temporadas que ocupó el cargo saneó el club y lo devolvió a Europa. Al mismo tiempo gestionó Pelayo hasta 2006, año que lo traspasó a su hijo que lo dirigió hasta su cierre en 2015. La última vez que vi a Tuzón fue la primavera de 2010, meses antes de su fallecimiento. Salía de comer con Lubo Penev de Gure Etxea, su segunda casa en València, y topamos con don Arturo en la Gran Vía. Aunque ya estaba delicado, la cara le cambió cuando reconoció al búlgaro que fichó el verano del 89. La Fundación de José Luis López reabrió el trinquet en octubre de 2017 después de una gran reforma, sobre todo en el bar que pasó a llamarse Pelayo Gastro Trinquet, donde Pablo Margós da muy bien de comer, igual que en Vaqueta, su segundo y mejor local enfrente del Mercado Central.

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