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Russafa mon amour urban

Russafa mon amour urban

Dejé Russafa por amor. «Trist qui mai no ha perdut per amor una casa?», predijo el Joan Margarit. Poemario que me regaló un cómplice el día de autos. Vuelvo sin rencor cada vez menos. Una década después sigue lejos de ser nuestro Soho. La amalgama del vecindario auténtico con gente inquieta provocó que algunos confundieran tanto los términos que germinó un vocablo nuevo. Russafismo: «Dícese de una moda con pretensiones de guateque erudito, pero más inconsistente que el posmodernismo». Simplemente fue un comboi. Con permiso de las autoridades lingüísticas competentes, el comboi es una ilusión colectiva onanista, nada más, ni menos. Es lo que tiene poner el listón alto. Ahora es un barrio de copas, como en su día fue Cánovas, Xúquer o Xerea, como confirma Lonely, la biblia viajera: «En Russafa no hay muchos puntos de interés como tales, lo mejor es simplemente pasear por el barrio. Por la noche es agradable tomar un aperitivo, cena y cóctel». De menestral a terciario, otro más. Es verdad que en los pocos bajos libres que ha dejado la hostelería hay comercios peculiares y allí nacieron las primeras cafés-librerías, también que la reforma de las calles y aceras de las calles Dénia y Cuba ha provocado que resalten sus fincas singulares. Pero la presión nunca es buena. El otro día el nuevo gurú de la publicidad Jason Romeyko dijo que la atmósfera creativa de Russafa le recuerda el Berlín donde vivió cuatro años. Además del interés del teórico de la «ubercreatividad», la sede de su empresa está en la calle Sueca, tampoco nos pasemos, el cauce del río actúa todavía de barrera mental, pero no es tan nocivo con el muro que derrumbaron los berlinenes el 9 de noviembre 1989. Recuerdo muy bien aquel jueves. Había quedado con una estudiante bávara en el Café Lisboa (el antiguo de la calle Cavallers). Llegó con dos compatriotas más. No tenían televisión en su piso y buscaban una pantalla desesperadamente. Aprendí más alemán aquel largo fin de semana que latín en el instituto.

El Huerto

La oferta gastrónomica de Russafa sufre constantes vaivenes. El primero que vio las posibilidades de la zona fue Guillerme Gloryes, uno de los mejores sumilleres, que levantó Entrevins en la calle Reina María, pero cuando se dio cuenta de la deriva hacia el botellón del personal se fue a la calle La Paz, donde regenta uno de los históricos locales de la ciudad, con una visita imprescindible a la bodega del sótano. El camino inverso lo ha hecho Luca Bernasconi que cambió el Celler del Tossal de la calle Quart por el Rodamón de Russafa, en la calle Sueca. Sin embargo el auténtico pelotazo está por llegar. La recién estrella Michelin Begoña Rodrigo inaugurará pronto su nuevo restaurante en El Huerto, el magnífico chalé de la calle Pedro III el Grande, un edificio de tres plantas y con un jardín interior de 400 metros cuadrados. Un espacio al que seguro le va a sacar mucho juego nuestra mejor cocinera.

Sala Russafa

Justo en el extremo opuesto a El Huerto, la Sala Russafa ejerce de oasis en el panorama escénico. Impulsada por Chema Cardeña y Juan Carlos Garés, la propuesta nació impulsada por la compañía Arden, especializada en montajes clásicos a través de textos contemporáneos. Con una programación estable, también ejerce de dinamizadora de la escena Valencia. Fue ahí donde Romeyko impartió su doctrina ante un público muy millennial. No llenó.

Mercado

Además de los pocos puntos de interés, al que hay que añadir el Canalla Bistro de Ricard Camarena, lo mejor sigue siendo su mercado, seguramente el tercero en la clasificación después del Central y del Cabanyal. Aguanta pese a la huida de clientes y la presión urbanística del barrio. En la época que te pueden traer una paella a casa, sigo fascinado por la poca adaptación a los tiempos de los mercados, anclados en horarios del siglo pasado. Entiendo a los vendedores que salen a trabajar antes de ponerse las calles, pero deben buscar una solución rápida, o sus hijos deberán poner fin a años de negocio de cuatro generaciones. O los mercados municipales transforman todo su encanto, o serán engullidos por la «ubercreatividad».

Metro

La próxima llegada de la línea 10 de Metrovalencia, dicen que para el verano de 2021, tendrá una estación que llevará el nombre de Russafa, en Reino de València junto a la Escuela de Artesanos. Será una de las mejores de la ciudad, con dos niveles de altura, y todo apunta que también será una de las más tráfico de viajeros. Otro reto del que saldrá muy reforzada esta zona de València donde llegaba l'Albufera hasta hace dos siglos. Los amores van y vienen, como las modas urbanas.

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