El Carnaval podía haber sido la fiesta grande de la ciudad de València. De hecho, fue uno de los entrentenimientos más apreciados por los ciudadanos durante buena parte de la València decimonónica. Sin embargo, los estudios realizados al respecto constatan que las autoridades prefieron echar mano de otra fiesta, también indomable cuando se ponía, para convertirla en el principal esparciminento de la ciudad. Y por ello fueron desplazando las máscaras y sus excesos en beneficio de las hogueras que llegaban coincidiendo con la víspera de San José.

La dictadura acabó de arrinconar el Carnaval, a pesar de que se representara numerosas veces, tanto en películas como en zarzuelas (que no en las Fallas, donde fue un argumento muy poco empleado). El caso es que tan sólo con la llegada de la democracia, el «Carnestoltes» ha recuperado un ligero vigor. Nunca más tendrá opción de ser ni la fiesta grande ni la segunda ni la tercera. Tendrá que conformarse con las tradiciones que se han instaurado en algunos barrios o en la tematización que adoptan otras entidades, Fallas a la cabeza.

El caso es que ayer, Russafa volvió a adoptar la condición de barrio carnavalero. Se le considera un refugio de las mascaradas cuando se les cortó las alas en el «cap i casal» y se buscaban en lo que entonces era casi un arrabal independiente.

Ahora, con la colaboración necesaria de entidades procedentes tanto de América como de África, pero que permitieron a la ciudadanía contemplar, durante varias horas, el desfile de bailes, tambores y máscaras. Se pretende de esta forma conceder al barrio esa idiosincrasia especial y hacer con ella un combo entre entretenimiento y ocio nocturno. Entidades cívicas también se sumaron para, entre unos y otros, convertir el Carnestoltes a Russafa en una manifestacion con una más que estimable participación, que incidió en el derecho a la diversidad.

Y hoy, Sant Antoni de Vera

Aunque parezca increíble, el calendario festivo se completa hoy, agenda fallera al margen, con un festejo fuera de fecha. Después de una primera suspensión por cuestión burocrática, Sant Antoni regresa con casi un mes de retraso. Será en la Ermita de Vera, donde compone un desfile de bendición de animales muy característico, al celebrarse, éste sí, en una de las pocas zonas de huerta que quedan en la ciudad. Será desde las 11 horas cuando mascotas y animales de labor pasen por la bendición, que se completa con una rifa de sabor añejo.