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La concejalía que soñó hace cinco años

Carlos Galiana asume una delegación por la que suspiró en las elecciones del cambio y que ahora es una carta para ganar o perder

Carlos Galiana.

El cese de la convivencia festiva de Pere Fuset provoca el traspaso de competencias a Carlos Galiana Llorens, quien tendrá que aplicarse para no encanecer como su antecesor en una concejalía de alto riesgo para todo aquel que venga de la marca Compromís. Galiana llegará con margen de confianza de los «haters» de antecesor, apelando posiblemente a que, en parte, «es de los nuestros», por aquello de que su bagaje fallero es extenso. Tanto es así, que fue la última esperanza de aquellos que primero soñaban con que Santi Ballester fuera el nuevo concejal de fiestas; después se arrojaron a los pies de Pilar Bernabé vista la victoria del bipartito y, apenas tuvieron un par de minutos para coquetear con Galiana por si el partido del guiño movía fichas.

La concejalía le llega a Galiana cinco años tarde según determinados cálculos. Empezó su visibilidad fallera tanto en los escenarios como organizando algunos de los acontecimientos de la Junta Central Fallera del anterior PP, hasta que lo depuraron. A partir de entonces acentuó su carrera política.

Podría decirse que, moralmente, había hecho méritos para ganar la cartera de fiestas. Había sido, si no un azote, sí una mosca cojonera de Paco Lledó en la segunda parte de mandato del último, por el momento, concejal de fiestas popular. Cada mes llegaba el sonsonete: «¿Cuando va a convocar un Congreso Fallero?». Se convirtió en la cara visible de una coalición, Compromís, que empezaba a mostrarse en un ámbito, las Fallas, en el que hasta poco antes ni estaba ni se le esperaba.

Pero también dícese que eso le pasó factura. Que lo hizo por su cuenta y riesgo, pensando en hacerse meritorio y que acabaría penalizándole. Enfrente se encontró a su, desde entonces, alter ego: Pere Fuset i Tortosa, que había sido impulsor de la Sectorial y había arrasado en las primarias. Razones que le dieron derecho a elegir delegación. A Galiana eso le dolió. Tanto es así, que la relación con Fuset nunca ha sido de una cordialidad arrolladora. Fue como la de Passarella y Maradona. Lo destinaron a una plaza menor, Mercados, en la que, sin embargo, ha crecido exponencialmente.

Galiana ha sido presidente de falla, actor y director teatral (tiene una docena de premios, más que nadie), ha escrito, ha interpretado, ha debatido y ha plantado la falla más alta de la historia (una ocurrencia en Sevilla-Denia). Si Fuset es frontal, él es envolvente. Impone respeto. No le temblará el pulso ni la voz en una asamblea. La politología de facebook espera que, con él, como mínimo, las carpas volverán a abrirse el 7 de marzo, las falleras volverán a llevar tres moños siempre, no se controlarán los decibelios, no pondrá a Alfred en la megafonía de la «mascletà» en lugar de «Sóc Mediterrani» y se recuperarán las esencias y valores tradicionales.

Seguramente, ahora no es el mejor momento para tomar las riendas de la fiesta pensando en un futuro político. ¿Para qué si las cosas le han ido bien? Fiestas es un campo goloso, pero minado, del que se puede salir por la puerta grande o trasquilado. Y metido en la carrera sucesoria puede ser o una ayuda decisiva o un lastre. Según se mire.

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