Falta algo importante desde las 6.30 de ayer en la plaza de Campanar. Este pequeño barrio con alma de pueblo dentro de una ciudad en busca de su alma ha perdido un pilar. En el DNI ponía Vicente Guillot, pero para los habitantes de este pequeño mundo se ha ido Lillo, su sobrenombre familiar. Se ha ido en silencio y en paz, como la que irradiaba a su alrededor. Su debilitado corazón dijo basta en la tranquilidad de su casa a los 88 años. Creo que le hubiera gustado que el adiós haya sido de esta manera. Quizá en otro contexto, sin este virus que modifica todos los ritos, pero así, en su hogar, en su plaza, cerca de la iglesia y de los suyos.

Vicente, Lillo, era la persona de consulta si querías saber algo de este singular lugar: la historia del cine; la de una plaza que es de todos pero que en realidad pertenece a la iglesia; la del refugio guardado en las entrañas de esta misma plaza, construido al final de la Guerra Civil y que no llegó a utilizarse; la del último alcalde, o la del reloj de la iglesia, que parece que vino de la Lonja en los años 30, cuando dos concejales se disputaban el voto y uno trajo el artilugio para la torre y otro construyó una senda que conectara con València, que desde aquí es otra cosa, no la misma ciudad.

Vicente, Lillo, era la memoria viva de un barrio que nunca ha dejado de ser pueblo. Y era la piedra angular de sus fiestas como presidente de la Junta de Festes Patronals de la Mare de Déu de Campanar desde hace tantos años que el recuerdo se pierde.

Será difícil acostumbrarse a que suene el timbre y no aparezca él con una lechuga o cualquier otro milagro de la huerta propia, o con el último mensaje de la junta de fiestas. Será difícil al llegar el verano no verlo al atardecer en la puerta de su casa, como si el tiempo no corriera, rodeado de amigos y familiares, o solo, en su silla, con su periódico, al lado de su mujer, Tere, su compañía eterna. Será difícil no verlo cada mañana camino de la misa o del horno con su bolsa del pan. Las campanas de la torre continúan tañendo, pero esta mañana han sonado más tristes que nunca.