A principios de este año 2020, un par de semanas antes de que estallara la pandemia del Coronavirus en España, y gracias a Dios sin intervención de la misma, fallecía en Valencia don Vicente Cerezo Pascual, Presidente del Altar de San Vicente De Ruzafa desde tiempos inmemoriales, y nieto de los fundadores que levantaron esta institución a comienzos del siglo XX, aunque se sabe que ya había antecentes en el barrio muy arraigados.

Es el primer año en muchos años que Vicente Cerezo no estará en las fiestas de San Vicente de Ruzafa, y casualmente no siquiere estará la fiesta en la calle; ha sido como una conjunción histórica que a lo vicentinos nos hace meditar, además de orar por un personaje que siempre tenía en boca una emblemática frase: "¡Arriba los corazones!"

Los Cerezo de Ruzafa son una institución social porque además de haber tenido tiendas abiertas al público han procurado participar en todas las actividades del barrio. Vicente Cerezo Formentín era fabricante de sillas en la avenida Périz y Valero; su hijo Vicente tuvo una tienda de electricidad en la Carrera En Corts que hui continúa en propiedad familiar como taberna y su nieto Vicente además de ser de niño "xiquet del miracle" ha sido Presidente de la entidad durante décadas. Su buen hacer, su comprension humana y su capacidad de diálogo se la ha procurado un liderazgo indiscutible, pese a los duros baches de salud que padeció en los últimos años tanto él como su esposa Angelita Montolio Clemente. Se rumorea que Vicente Cerezo hijo se ha comprometido a continuar la labor de su padre, y eso es una grata noticia para todos.

Vicente Cerezo Pascual impulsó la "revolución vicentina" de los años 60. Además de que Ruzafa en los cincuenta ya promovió la "Ofrena" a San Vicente a magen y semejana de la Ofrenda de la Virgen de los Desamparados; asumió el desafío de modernizar los altares en unos momentos que triunfaban las segundas viviendas en urbanizaciones cercanas a la capital y ya nadie se quedaba en la ciudad el primer fin de semana de Pascua, con los problemas consiguientes para las celebraciones vicentinas.

La solución de Ruzafa fue acercarse al "modelo falla", nombrando una "Reina del Altar" y montando verbenas y paellas populares. De repente la gente se sintió atraída y, sin descuidar las obligaciones religiosas, mucha gente joven se apuntó. El resultado fue conseguir cifras récord de participación y convertirse en una de las agrupaciones vicentinas más numerosas de la urbe.

Los cuatro hermanos Cerezo lideraron este cambio a mejor: Vicente, Juan, María José y Pepito, que es sin duda el más valiente crítico de la fiesta en la ciudad y quien con más denuedo luchó por celebrar el centenario vicentino de una manera digna y amplia.

Igual que Pere Borrego consiguió una plaza en el barrio del Carme por todo lo que trabajó por la fiestas fallera, el Ayuntamiento debiera recompensar con una calle o un homenaje público a Vicente Cerezo por todos sus años de dedicación a la difusión vicentina.

Afortunadamente Vicente Cerezo no ha conocido esta pandemia terrible que se ha destacado a pocas semanas de su partida, y que tanto afecta y acecha a las personas de su generación. Sin embargo, en este día de San Vicente sin Vicente, no debemos olvidar la frase que nos estaría repitiendo a todos con esa energía que le brotaba del alma: "¡Amunt els cors! ¡Arriba los corazones!"-