València debería haber amanecido hoy con cruces realizadas con flor y otros elementos decorativos en sus calles. Pero no es así, por mucho que la sociedad se esté desperezando. No ha dado tiempo para permitir esta segunda «plantà» del año: la Cruz de Mayo, caída por efecto dominó, dentro de la serie de suspensiones desde marzo. Desde hace décadas, Lo Rat Penat tiene un convocado un concurso que, al abrigo de la bonanza económica, llegó a tener un centenar y medio de participantes. Tras la crisis de la pasada década, la participación se redujo a medio centenar. No en vano, la fiesta no tiene un asociacionismo propio, apenas un par de comisiones de «festes de la creu». El grueso de la participación corre a cargo de comisiones de falla, parroquias, casas regionales y otros colectivos.

Si las Fallas y la Semana Santa se tuvo que celebrar de forma virtual y con señales desde los balcones, la Creu de Maig ha tenido que recurrir al mismo concepto virtual. A través de diferentes cauces (el propio Lo Rat, las redes sociales y la iniciativa propia) han llevado a los particulares a elaborar cruces con los materiales de que se disponen. La base de la cruz es la flor, que se acompaña de otros elementos y hasta de un hilo argumental. La flor natural, alguna pero poca, y elementos de jardinería propios se ha tenido que combinar con flor artificial, tela, papel (hasta rollos del icónico papel higiénico) y otros objetos de mobiliario. Salvar la Cruz de Mayo en el futuro será todo un reto si los colectivos que las hacen se resienten económicamente.