La propietaria de un restaurante y un hotel ubicado en primera línea de la playa de la Malvarrosa de València ha cedido la terraza de estas instalaciones a varias personas sin hogar, que han habilitado la zona con sus escasas posesiones y pasan en ella el obligado confinamiento.

Así, un grupo cuyo tamaño suele variar entre las cuatro y las diez personas lleva varias semanas en uno de los espacios que -en otras condiciones- sería sin duda uno más envidiados de la ciudad.

En él han colocado sus colchones y sacos de dormir, han habilitado unos pequeños estantes donde dejar sus útiles de aseo y han instalado una cuerda de tender.

"Todavía no sabemos cómo nos vamos a organizar ni si vamos a abrir la terraza próximamente, así que no tengo inconveniente en dejar que se queden, mientras lo cuiden y lo tengan aseado", explica la propietaria de Balandret (prefiere no decir su nombre) a EFE.

"Un día vinimos a ver si estaba todo bien, porque vivimos cerca, y les vimos. Estuvimos hablando un rato con ellos, me parecen buena gente ¿Dónde van a ir?", añade.

En este hotel de 21 habitaciones y restaurante llegan a trabajar hasta 41 personas en temporada alta, si bien ahora únicamente ha podido incorporar a dos empleados para hacer y servir (y recoger después) paellas a domicilio.

"Es una verdadera lástima lo que nos está pasando a todos. De salud estamos bien, que es lo importante, así que ya vendrán épocas mejores. No podemos hacer nada", explica resignada esta propietaria.

En declaraciones a EFE, una de las personas sin hogar que utiliza esta terraza, Javier, de 54 años, agradece a la propietaria que les permita ocupar temporalmente un espacio a escasos metros del mar.

"Nos hemos organizado para barrer, cuidar las plantas y tratar de mantener el espacio lo mejor posible. Para asearnos, ducharnos y comer vamos al Polideportivo del Cabanyal" - especialmente acondicionado para asistir a personas sin techo durante el confinamiento-, explica este exvoluntario de Protección Civil, que coincide en esas instalaciones con algunos excompañeros.

"Cuando se empiecen a abrir las terrazas habrá que buscarse la vida, la propietaria se ha portado muy bien con nosotros, nos ha dicho que no tiene estómago para echarnos a la calle", concluye.

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