Al concejal de Cultura Festiva se le acumula el trabajo. Ayer lo reconocía cuando anunciaba que también tendrá que ayudar a dar viabilidad al mundo de la cultura y el entretenimiento que se encontrará con otro vacío: en julio tampoco habrá Gran Fira. Parón para cantantes, bandas de música, carroceros, pirotécnicos, humoristas y tantos otros. El anuncio se produce antes incluso que el de la fiesta del Corpus, que se limitará a los servicios religiosos, y qué pasará con un evento muy especial, como es la Nit de Sant Joan, aunque su futuro es incierto.

La cancelación definitiva de las Fallas y la Fira son acontecimientos previsto, teniendo en cuenta cómo se está desarrollando la pandemia de Coronavirus. Y responde también al efecto dominó de suspensiones en todo tipo de acontecimientos públicos, incluyendo fiestas populares, a escala planetaria.

Y puede decirse que las Fallas de València es una de las que más ha aguantado en el calendario, aún en su segunda programación. En las semanas anteriores se han ido desprogramando todas las fiestas populares, un terciario que es un motor de la economía valenciana, tanto por su impacto turístico como por los sectores que se mueven a su alrededor.

La ciudad de València había reaccionado rápidamente y apenas un día después de suspenderse, a la vez, Fallas y Magdalena, se acordaba trasladar el calendario que quedaba al mes de julio, calcando las jornadas contando, pues, con los días grandes del 15 al 19 de ese mes. En aquel momento, a cuatro meses vista, la sensación es que era posible, que la epidemia remitiría en tan largo espacio de tiempo.

La ciudad ha aguantado hasta el último minuto posible y a pesar de que las señales que llegaban eran malas o peores. Especialmente, cuando Munich anunció la supresión de la Oktoberfest (después del verano y en un país con una incidencia de la enfermedad mucho menor) y, como toque de atención letal, la de los Sanfermines de Pamplona, previstos para una semana antes de las Fallas de Julio.

A esto hay que añadir las fiestas del fuego desestacionalizadas, como las hogueras de San Vicente del Raspeig o las Fallas de Elda.

Y, a la vez, se iban finiquitando del calendario todo tipo de manifestaciones festivas. En la ciudad fueron cayendo, sucesivamente, Semana Santa, San Vicente Ferrer, Cruz de Mayo y Virgen de los Desamparados. Y junto a ellas, la de los Niños de San Vicente, Cristo de la Fe, Virgen de los Desamprados de la calle Quart y Huerta o Sant Bult.

En la Comunitat Valenciana, la cancelación de la Tomatina abanderó el listado de suspensiones, que acompañó los "bous a la mar" de Dénia. Alicante, con las Hogueras, y Castelló, con la Magdalena, han completado el mapa de una Comunitat sin fiestas.