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Los valencianos expulsados de València

Los valencianos judíos fueron uno de los tres pilares sobre los que se asentaba toda la economía de la ciudad, cosa que los cristianos siempre vieron con cierto recelo.

Los valencianos expulsados de València

Cuando decidimos escribir sobre los judíos en Valencia, nos planteamos dos escenarios, el de contar la historia siendo políticamente correctos o contar la historia desde la vergüenza; optamos por hacerlo desde el sentimiento. La historia no es siempre grata y esta, aparte de no serlo, llega a ser cruel.

Nos gusta siempre, indicar que para tratar de entender la historia, hay que situarse social, económica y políticamente en cada época; pero en este caso es muy especial porque nada puede justificar su final.

Para empezar vamos a variar su tratamiento, en lugar de dirigirnos a ellos, como hacen en todos los textos que les denominan judíos valencianos, nosotros vamos a invertir los factores. No es una licencia es una obligación porque eran ciudadanos valencianos, incluso una mayoría de ellos ya estaban aquí cuando Jaime I y los nuevos pobladores aragoneses, franceses y catalanes que lo acompañaban, reconquistaron Valencia; por lo tanto en este artículo serán nombrados como valencianos judíos.

Durante su cohabitación con los musulmanes fueron tratados como «dimmis» o sea protegidos, por eso no es de extrañar que rindieran pleitesía al Rey Jaime I cuando entró en Valencia puesto que era una comunidad respetuosa con las demás religiones.

El 20 de Octubre de 1244 el rey Jaime concedió a éstos y a los nuevos pobladores de la misma religión, una zona concreta de la ciudad. La segregación de la población judía no era algo nuevo, se remonta a los siglos IV y V, pero cuando su aplicación es mas contundente es a partir del IV Concilio de Letrán (1215) cuando la Iglesia Católica presiona a los Reyes cristianos para su reclusión en barrios bien definidos. Esta reclusión no fue solo espacial si no que fue llevada al terreno personal.

El límite de la judería partía de la Puerta de la Xerea, actual plaza de San Vicente Ferrer, pasaba junto a San Juan del Hospital para luego girar por una calle ya desaparecida entre la del Milagro y la del Mar llamada Çabateria para llegar a la Calle Avellanas y tomando ésta se dirigía hacia la Plaza de la Figuera, que hoy sería el principio de la Calle del Mar, para bajar hasta la calle Castellví girando por la calle del Gallo llegar a la Plaza de Cabrerots que hoy en día estaría aproximadamente en el cruce de las Calles Cruz Nueva y Cardenal Payá; de esta Plaza buscaría la muralla que seguía hasta la Puerta de la Xerea, quedando de esta manera delimitado su barrio. En un principio tenía cuatro puertas; la Xerea que pertenecía a la muralla árabe, la Çabatería, la de Cabrerots y la principal en la Plaza de la Figuera.

La judería contaba con una Sinagoga Mayor y una Menor como principales aunque también existían algunas mas pequeñas. Los valencianos judíos estaban establecidos en cofradías y sus actividades eran de carácter urbano, tales como sastres, plateros, zapateros, sederos, maestros de obra, orfebres, carpinteros, etc. Muchos de ellos contaban con obradores alrededor del mercado minorista propiedad del Rey y a él le pagaban los laudemios y fadigas. Como cualquier grupo social existían varios niveles; entre los mas acomodados se encontraban los prestamistas, traductores y médicos que incluso podían disponer de esclavos a su servicio.

Como la Iglesia Católica prohibía a los cristianos ser prestamistas, éstos tenían que recurrir a los judíos que fueron los que desarrollaron esta actividad; éstos estaban sujetos a la regulación de la autoridad civil que les fijaba el máximo de sueldos a prestar y el tipo de interés que podían cobrar. Otra actividad desarrollada por los judíos era la de traductores o torsimanys, ya que muchos dominaban el árabe, al servicio de la corona. Pero donde mayor reconocimiento obtuvieron fue en el campo de la medicina, algunos llegaron a ser médicos personales del Rey Jaime I y de su hijo Pedro I.

En una sociedad en la que los hombres son los titulares de la vida económica de la ciudad, podemos destacar a Doña Adelfa, valenciana judía, que gracias a un permiso especial concedido por Alfonso II, alrededor de 1332, podía ejercer la oftalmología en la ciudad.

Durante el reinado de Jaime I y la primera parte del de su sucesor, su hijo Pedro I, desarrollaron con los judíos políticas pactistas, ninguno buscó la confrontación interreligiosa, muy al contrario, se quiso que todos los valencianos, fueran judíos, musulmanes o cristianos, pudieran disfrutar de sus bienes, manteniendo sus costumbres desde el respeto hacia los otros. Los valencianos judíos pasaron a ser uno de los tres pilares en los que se basaba toda la economía valenciana, cosa que los cristianos vieron con cierto recelo.

Formaban parte de una sociedad minoritaria dentro de una gran sociedad cristiana, pero esto no fue obstáculo para que ambas cohabitaran de una manera normalizada pese a la existencia de leyes municipales, reales y eclesiásticas que prohibían el contacto entre ellas, lo que generaba una situación de inferioridad frente a la sociedad dominante cristiana plasmada en leyes discriminatorias.

En la 2ª parte del reinado de Pedro I y coincidiendo con su expansión exterior, la situación social de los valencianos judíos empieza a cambiar. Surge un frente opositor creado por los ricos hombres y las oligarquías urbanas que consiguen la promulgación del Privilegio General que prohibía a los judíos desempeñar cargos públicos. Con esto, desaparecen los valencianos judíos de la corte, desempeñando sus tareas totalmente desligados de la actividad política.

Durante los reinados de Alfonso II y Pedro II ya en el siglo XIV, la ciudad de Valencia tiene un crecimiento importante en su población hebrea, coincidiendo con una crisis generalizada en occidente; a la vez aumenta el antisemitismo entre los valencianos cristianos que veían en los judíos los causantes de todos los males; esto se tradujo en violencia contra sus bienes y en muchos casos contra sus personas; se llegó a acusar a los judíos de ser los causantes de expandir la peste negra en 1347 envenenando los pozos para acabar con la cristiandad.

En 1370 en las Cortes de San Mateo, Pedro II ordena al Bayle de la Ciudad el cierre de la judería mediante muros y puertas al ver que la población hebrea crecía fuera de las limitaciones impuestas por Jaime I. En 1389 durante las Cortes de Monzón se reclama al Rey Juan I la ejecución del cierre y las obras comienzan a realizarse al año siguiente, desapareciendo el Portal dels Cabrerots y abriendo una nueva Puerta llamada de Esplugues en la confluencia de la actual Calle Comedias y la Calle de las Barcas, ya muy cerca de donde se encontraba el Cementerio Judío, en el actual Corte Inglés de Pintor Sorolla. Se añaden casas de la zona de la Xerea para la nueva judería inutilizando ese Portal y se construye uno nuevo junto al anterior en el comienzo de la Calle Trinquete de Caballeros, llamado Portal Nou. Mucho se ha escrito sobre si el cerramiento se efectuó al completo, pero los hechos acaecidos en Julio de 1391, nos permiten pensar que el cierre estaba realizado en su totalidad. Cuando hablamos de cierre, no debemos pensar que se trataba de un muro que rodeaba la zona si no que se utilizaron las casas como frontera natural, realizando cerramientos de puertas y ventanas que daban al exterior del barrio demarcado; únicamente se levantaron muros en las intersecciones de calles que rompían las líneas de casas.

El punto de inflexión de esta cohabitación se rompe de manera definitiva, en nuestra Ciudad el 9 de Julio de 1391; habían llegado noticias de los hechos acaecidos en Sevilla, Córdoba, Jaén, Toledo y Cuenca que informaban de los incendios y la destrucción de sus juderías, causando miles de muertos entre sus habitantes. Ese día se reunieron en la Plaza del Mercado medio centenar de jóvenes con el fin de dirigirse a la judería y tomarse por su mano, lo que ellos consideraban, la justicia. Llegaron al Portal de la Figuera en la Plaza del mismo nombre, actual comienzo de la Calle del Mar, como antes hemos indicado, con gritos amenazantes exigían a los judíos su conversión al cristianismo o su muerte. A este grupo, cada vez mas numeroso, se le fueron uniendo vagabundos y gente de mal vivir que se encontraban en la Plaza en la que estaba montada la mesa de alistamiento para la Guerra de Sicilia. Algunos de esos jóvenes llegaron a entrar en el barrio y los judíos al verse intimidados cerraron las puertas del Portal de la Figuera de tal suerte que algunos de ésos jóvenes quedaron en el interior. Fuera crecía la tensión y tuvo que presentarse la autoridad con el Infante Martín, Duque de Montblanch, a la cabeza con el fin de apaciguar los ánimos. El Duque ordenó a los judíos que abrieran el Portal para que el gentío pudiera ver salir sanos y salvos a los jóvenes que habían quedado dentro, pero los judíos temerosos de un ataque se negaron a abrir desatando la ira de la muchedumbre que trepó por las casas, asaltando así toda la judería que fue arrasada; algunos niños fueron arrojados a pozos, las viviendas saqueadas y asesinados cuantos valencianos judíos encontraron a su paso. Al día siguiente el Duque de Montblanch, hermano del Rey Juan I, se reunió con los jurados de la Ciudad para que realizaran un llamamiento a la población a fin de apaciguar los ánimos y ordenó la devolución de todo lo sustraído. En un primer momento esto no se consiguió y los saqueos y muertes continuaron incluso contra la población musulmana conversa. Tras numerosas detenciones lo robado fue devuelto pero el daño ya estaba hecho. Los valencianos judíos que quedaron vivos se vieron en la tesitura de convertirse al cristianismo o huir de la ciudad, dejando la judería en ambos casos vacía en su totalidad.

Desde las Cortes de 1403 se limitó incluso la presencia de los judíos en la Ciudad, salvo para resolver temas puntuales. Esto no sucedía en otras localidades del Reino de Valencia, en algunas de ellas como Morvedre, Xátiva u Orihuela pudieron continuar viviendo en sus juderías, pero fue cuestión de tiempo, la intolerancia y el odio se amplió también a los judíos conversos.

Con la llegada de los Reyes Católicos y su decreto de 31 de Marzo de 1492 se consiguió la unidad política y religiosa «gracias» al triunfo de los cristianos sobre los judíos, culminando con la expulsión de éstos últimos. La población del Reino de Valencia sufrió una merma importante en el número de habitantes entre los que huyeron y los asesinados.

No podemos dejar de hablar de la Inquisición; la actividad de este tribunal se inicia ya en los últimos años antes del decreto de expulsión. Fue terriblemente cruel con los ciudadanos valencianos que se habían convertido al cristianismo. Desde que se constituye el tribunal de Valencia en 1484 hasta 1530 fueron juzgados 2160 conversos con el resultado final de 909 ejecuciones.

Con la expulsión de los valencianos judíos en 1492, año que se recuerda como el del descubrimiento de América, quedando en el olvido estos terribles acontecimientos, y la posterior actuación de la Inquisición, se cierra uno de los hechos mas bochornosos de nuestra historia; la muerte de miles de valencianos y el éxodo de otros tantos por el mero hecho de pertenecer a otra religión€.

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