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Legado a la ciudad

La herencia traicionada de los marqueses de San Juan

Una sentencia deniega a descendientes de Juan B. Romero acceder al patronato del Asilo de San Juan

La herencia traicionada de los marqueses de San Juan

El edificio del Asilo de San Juan Bautista, construido entre 1868 y 1873, y ubicado frente al IVAM, continuará siendo sede de una universidad privada en lugar de la institución benéfica valenciana para la que fue creado. Se trunca así la última voluntad del banquero y empresario Juan Bautista Romero y su esposa, marqueses de San Juan, cuya última voluntad fue legar toda su cuantiosa fortuna para que se construyera y mantuviera el Asilo San Juan Bautista. Un edificio que, por deseo expreso de los descendientes de la marquesa, ha acabado alquilado a la Universidad Católica, en contra de la decisión de los descendientes del marqués.

Juan Bautista Romero Almenar (1807-1872) fue un hijo de velluter que amasó una fortuna como comercial e industrial de la seda. De hecho «llegó a ser el principal poseedor de fincas urbanas en València, según el padrón de 1866». Romero Almenar estaba casado con Mariana Conchés Benet y ambos tuvieron un hijo que falleció «de forma trágica» el 19 de agosto de 1845. Una desgracia que hizo que el matrimonio Romero Conchés decidiera dar todos sus bienes, primero al Hospital General y, después, destinarlos a la creación y sustento del Asilo San Juan Bautista. Otras aportaciones de los marqueses de San Juan (título que les concedió Isabel II en 1868) a la ciudad de València fueron los conocidos como «Jardines de Monforte», originalmente conocidos como «l'Hort de Romero». O la cesión de los terrenos, además del adelanto de fondos sin intereses, para la construcción de la plaza de toros de València en el siglo XIX, pensada como vía de financiación del Hospital Provincial de València. Romero también fundó la compañía industrial El Cid, creó un banco emisor y en 1859 colaboró en la financiación de las obras del puerto de València.

Antes de morir ambos, el marqués de San Juan dejó atada y bien atada la construcción y mantenimiento del futuro Asilo de San Juan Bautista destinado a menores desamparados. Además de la construcción del edificio, construido por el arquitecto Sebastián Monleón, legó «para el sostenimiento del Asilo de Beneficiencia tres millones de reales nominales en papel consolidado o español exterior, dos millones de reales nominales o su equivalente en francos de papel consolidado francés y dos millones de reales nominales o su equivalente en libras esterlinas de papel consolidado inglés» con el que se alcanzaría una renta de 210.000 reales anuales.

Una considerable suma de dinero que Romero ordenó «se conservará para obtener las rentas destinadas a las necesidades de dicho Asilo por los administradores o patronos que nombraré al efecto de evitar su sustracción, extravío u otra pérdida». Y añadía una clausula reveladora. «Es mi voluntad que jamás el Gobierno, autoridad alguna ni otros que mis administradores o patronos del Asilo tenga intervención alguna ni pueda apoderarse de aquel capital». Aunque, si llegase el caso, «que mis patronos lo adquieran y repartan entre mis parientes y los de mi esposa Doña Mariana según la ley dispone, a falta de testamento que determina como mitad perteneciente a mí y mitad perteneciente a mi esposa y todos ellos tendrán obligación de conservar el capital e invertir sus rentas en limosnas hasta poder devolverlo al Asilo u otro».

La muerte sin descendientes de los marqueses de San Juan hizo que «nombraran herederos por partes iguales a sus cinco sobrinos»: Francisca Romero Fayos (hija de José Romero, hermano del marqués) y a José, Tadeo, Josefa y Agapita Sancho Conchés (hijos de Justa Conchés Benet, hermana de la marquesa de San Juan). Estos cinco descendientes también fueron los primeros patronos de la Fundación del Asilo de San Juan Bautista.

Aunque estaban condenados a entenderse, el reparto inicial de la herencia no resultó amistoso. Y Francisca Romero Fayos perdió un primer pleito contra la rama Sancho Conchés, en 1898, «que la arruinó». Fue el inicio de un desencuentro, que se ha prolongado hasta la actualidad.

En 1903 el único patrono descendiente del marqués de San Juan, Roque Romero Romero, renunció a formar parte del patronato, pero su puesto nunca fue sustituido por descendientes de Francisca Romero Fayos, que sí existían. De esta manera, la Fundación Asilo de San Juan pasó a estar controlada únicamente por cuatro familias: dos hermanos Sancho y los maridos de las otras dos hermanas, de apellidos Monforte y Lleó.

Hasta que en 2002 una bisnieta de Francisca Romero Fayos, Francisca Berga, «alarmada por los cambios que se estaban produciendo en el Asilo y las noticias que aparecen en prensa de que se ha convertido en la Facultad de Estudios de la Empresa» de la Universidad Católica de València dirige un requerimiento notarial al presidente del Patronato y exige que «el representante de la rama familiar Romero sea convocado a la Junta de Patronos». Sin obtener respuesta. Ante este hermetismo, la familia Romero reclamó por la vía judicial su derecho a formar parte del patronato. La demanda fue desestimada por el Juzgado de Primera Instancia 14 de València «por falta de justificación de la legitimidad activa del familiar propuesto para asumir el cargo, si bien la sentencia no negaba el derecho de los descendientes de Romero a ostentarlo», quienes recurrieron. Aunque una sentencia de la Audiencia de València ha enterrado definitivamente las aspiraciones de los descendientes de Juan Bautista Romero que han decidido «tirar la toalla y abandonar la lucha», según fuentes de esta rama familiar. Aunque los herederos de Romero advierten que permanecerán «observantes de los avatares de la Fundación desde fuera del Patronato ya que no puede ser desde dentro».

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