La llegada de los rigores de la pandemia, sobre todo por sus consecuencias sociales y económicas, estaban llamados a tener un efecto inmediato sobre las entidades sociales. Tal como sucedió en la crisis económica de la pasada década. En esta ocasión, la atención a los necesitados topaba con la normativa que impedía la concentración de personas, por lo que ha habido que recurrir a medidas adicionales, que han pasado por la permuta de la filosofía en el sistema habitual de reparto de comidas, la gran seña de identidad de Casa Caridad, la «ONG del pueblo valenciano».

Ayer, el presidente de la misma, Luis Miralles, hizo balance del trabajo desarrollado en los últimos meses y recordaba que «lo que ha pretendido Casa Caridad es hacer lo que siempre ha hecho, pero de una forma distinta. Nuestro comedor, que tiene capacidad para 200 personas y que todos los días por turnos venían a comer cerca de 300 personas ha quedado reducida a 45 plazas, sólo para los usuarios del albergue. Para el resto hemos llevado a cabo repartos semanales en dos días para que las personas que lo necesitaran, no ya la comida, sino trámites que les son necesarios, pudieran se tratados por los miembros del departamento de trabajo social». En lugar de estas acciones masivas, prohibidas por imperativo legal, se ha reforzado «la entrega de vales canjeables en supermercados».

Adaptarse a las consecuencias

Miralles también recordó que, como Casa Caridad ayuda con recursos económicos y de gestión ante situaciones bien determinadas, en este caso se han destinado «a la gestión del Ingreso Mínimo Vital» que, junto con otras acciones habituales, como contribuir al pago de alquileres a personas en claro riesgo de exclusión, «son algunas de las medidas extraordinarias que hemos tramitado, con el objetivo de adaptarnos a las consecuencias que la pandemia ya está dejando».

Conforme se van consumiendo etapas, van llegando los balances. Esta acción combinada de comida en la sede, en versión reducida, como el reparto de kits alimenticios se han cuantificado en «doce mil raciones». «Las grandes olvidadas de esta pandemia están siendo las personas en riesgo de exclusión social porque son personas que no tendrían ni alojamiento ni acceso a alimentos sin la ayuda de entidades como la nuestra», recordó Miralles.

Durante este tiempo, Casa Caridad ha realizado también más de 2.000 atenciones telemáticas para dar respuesta a las necesidades y dudas que ha generado esta situación excepcional. La mayoría de las consultas han estado relacionadas con la coyuntura generada por la Covid-19 o la tramitación de ayudas administrativas. Ante el empeoramiento de la situación económica derivada de la pandemia del coronavirus, muchos usuarios -en su mayoría padres y madres de las Escuelas Infantiles- han perdido su empleo o se encuentran en situación de ERTE. Por ello, la asociación ha visto la necesidad de «adaptarse a esta nueva coyuntura económica adoptando así nuevas medidas para sufragar los gastos de alquiler, facturas y cualquier necesidad alimentaria que estas personas puedan tener».

Una cifra alta de ayudas en 2019

La habitual memoria anual de Casa Caridad está marcada, en esta ocasión, por unos datos que, más que seguramente, aumentarán el próximo año de forma sensible. El número de actuaciones durante 2019, antes de que ni hubiera señales de alarma, ascendió a 454.227, la cifra mas alta de los últimos cinco años y que se prevé que aumentarán exponencialmente cuando se cierren los datos de 2020. Los albergues de Casa Caridad en Petxina y Benicalap han permanecido con una ocupación absoluta, lo que supone 45.000 pernoctaciones.