Han pasado los días y padezco cada vez más tu ausencia. La sombra de tu imagen me acompaña y tengo nostalgias de nuestros recuerdos. He estado con la ausencia de tus palabras, de tu bondad, de tus sonrisas sinceras y buenas.

Te has ido y han llenado páginas y más páginas de tu paso por la vida. Pero de los grandes elogios que te han dedicado quiero expresarte dos que llenan tu ausencia que descansa en la sombra de mis ojos.

Tu compromiso político. Tu capacidad de análisis de la realidad. Otros han variado sus discursos. Te conocí hace más de cuarenta y tres años y contigo aprendí la coherencia política, el compromiso, contigo aprendí a ser socialista. Hemos vivido días de vino y de rosas, pero también hemos conocido las sombras. Nunca tu discurso cambió.

Recuerdo cuando, hace ya muchos años, me felicitaste por un artículo titulado «Ser de centro, independiente y renovador» en el que decía: «Siempre hemos actualizado las ideas, hemos adoptado talantes y formas nuevas, hemos renovados las personas, hemos hecho nuevo cada día nuestro discurso, pero el carácter de nuestros objetivos, la prioridad de nuestras metas, el final de nuestro camino era claro y diáfano, como los valores históricos de la izquierda». Te sentías identificado.

El segundo halago que quiero expresarte es tu bondad. En el sentido machadiano más que un hombre al uso que sabe su doctrina,has sido Ramón, en el buen sentido de la palabra, bueno. Saber escuchar, aconsejar, apoyar es sólo patrimonio de los hombres buenos.

La ética aplicada a la función pública ha sido para ti de vital importancia y sin duda ha ido asociada a la idea de servicio, pero has ido más lejos respondiendo a principios y valores como la trasparencia, la responsabilidad y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.

Tu bondad y tu honestidad. Te lo dice asolado por tu ausencia «el Gorba», como así me llamabas.

Hasta siempre.