Pues sí, la pandemia también tiene sesgo de clase. Para empezar porque no es lo mismo vivir confinado en un cuarto piso de 60 metros cuadrados una familia de 4 personas, que en un chalet con jardín y sirvienta a las afueras de la ciudad. Por eso resultó para mucha gente un esperpento cuando la casa real anunció aquello de que las infantas "están confinadas como millones de niños", porque realmente no era cierto.

Lo de que hay diferencia de clases también en la pandemia lo sabemos bien las personas que vivimos en los Poblados Marítimos: en el Cabanyal, el Grao, Malva-rosa o Nazaret. Muchos de nuestros vecinos y vecinas han pasado por un ERTE, están en paro, o su economía familiar ha caído una vez más. Y los servicios sociales, después de décadas de recortes, ahora no son capaces de dar una respuesta rápida a las necesidades inmediatas de nuestra gente.

Pero la solidaridad también prende de manera natural en estos y otros barrios obreros de la ciudad como Benimaclet, Orriols y el Carme entre otros. Porque la solidaridad y el apoyo mutuo son herramientas habituales de las clases subalternas frente a las crisis. Especialmente cuando las autoridades se encuentran sobrepasadas y hemos de hacer frente al día a día. En todos estos barrios se han creado, impulsados por entidades vecinales, redes de solidaridad que se han lanzado a cubrir una demanda creciente de alimentos, cuidados o de atención emocional a las personas mayores. La recogida de alimentos por parte del mismo vecindario y con la colaboración del pequeño comercio, junto con el reparto a familias necesitadas ha sido una realidad a conocer, difundir e imitar.

Sin embargo, además de la ayuda a las necesidades inmediatas, se impone la reivindicación de más recursos y equipamientos para los barrios. Precisamente porque muchas de estas iniciativas solidarias nacen de los propios grupos reivindicativos del barrio, es que queda claro desde el principio que sin cambio social no se puede abordar el conjunto de necesidades de las personas y del vecindario.

Las personas que componemos el colectivo de EUPV del Marítim hemos estado apoyando y difundiendo estas iniciativas de apoyo mutuo desde los barrios. Y también junto a las luchas en defensa de la sanidad y los servicios públicos, como las concentraciones y aplausos desde los balcones y frente a los centros de salud, o en defensa de los puestos de trabajo, como la lucha de las trabajadoras y trabajadores del Hospital "Valencia al Mar" en la Malva-rosa entre otras.

No es verdad que la ultraderecha haya ocupado las calles. La crispación política y el insulto como herramienta de acoso a los gobiernos progresistas, no tiene recorrido si combinamos las luchas en la calle (pese a las limitaciones propias del momento) junto a las medidas sociales en beneficio de las mayorías como la renta mínima vital o la prórroga de los ERTEs y las ayudas a los autónomos por parte de las mayorías progresistas desde los gobiernos.

El peligro de nuevos confinamientos, tal vez más localizados o parciales, será una preocupación para los próximos meses. Con confinamientos o sin ellos, en los Poblados Marítimos, y en general en los barrios obreros, la gente de izquierdas debemos estar alerta para reinventar formas de solidaridad y de lucha por una salida diferente a la de los recortes de la crisis de 2008.