La fiesta de la Comunitat Valenciana, de esta manera, perderá la molla de festejos emblemáticos, encabezado por la Procesión Cívica, que empieza con la bajada de la «senyera» hasta la estatua de Jaume I. «Veo terriblemente difícil que se celebre», dijo, y apeló a celebraciones nuevas, alternativas o incluso el recurso telemático.

«Mascletà» y manifestaciones

El resto de actos que se verían afectados incluye la «mascletà» posterior a esa ofrenda y la Entrada de Moros y Cristianos con la que finaliza la jornada. Este año, además, este festejo ya estaba organizado de forma especial, con un formado más reducido pero que, a la vez, quería incluir una representación de las fiestas suspendidas en los meses anteriores (Fallas, Semana Santa, San Vicente, la dansà a la Virgen...).

Quedaría por determinar qué ocurre con las manifestaciones vespertinas, de distinto signo político pero que, por esa misma lógica, también serían suspendidas. «Todo parece indicar que los actos que suponen concentración de personas, no se podrán realizar» insistió el alcalde, repitiendo hasta dos veces el latiguillo de «todo parece indicar. No damos nada por cancelado, porque falta ver los datos, pero es por los indicadores actuales».

También quedaría fuera del programa la «dansà» popular de la víspera y actos que tienen lugar con motivo de la celebración, como el «9 d'Octubre a Russafa» o los homenajes a la Senyera que, en esas fechas, organizan las agrupaciones falleras del Marítim y Camins al Grau.

El alcalde, además, recordó la necesidad de coordinarse con otras instituciones. Esto incluye a la Diputación, puesto que es la que organiza el Festival de Pirotecnia, y la Generalitat, que quería hacer un homenaje a las víctimas de la pandemia.

Los actos que aún se aguantan

¿Qué podría celebrarse? Pues aquello que permita establecer distancias de seguridad. La más importante sería la exhibición de la «Senyera» en el Salón de Cristal «pero con normas rigurosas para evitar riesgos de contagios». Programa en la mano y en las condiciones actuales, tendentes a la restricción, aún le quedarían esperanzas a los conciertos y cuentacuentos callejeros. El «Tirant de Lletra» de Na Jordana tiene un cierto margen de supervivencia, así como las rutas turísticas por el centro histórico y la apertura de puertas de palacios. La Generalitat tendría que decidir sobre sus jornadas de puertas abiertas y por una versión reducida de la entrega de sus premios y distinciones, así como ese pretendido homenaje a las víctimas. Y el Arzobispado mantendría el Te Deum. Todo ello, con los parámetros actuales.

La Federación de Moros y Cristianos propondrá en asamblea suspender el Mercado Medieval, por una cuestión de prudencia y el Gremio de Modistas tendría que suspender su procesión.

La cancelación prevista de los festejos masivos no tiene más causa que el efecto dominó que llevan sufriendo los grandes acontecimientos en la sociedad española. En València han ido cayendo, desde Fallas, todo el resto de eventos similares: Semana Santa, San Vicente, Virgen, Corpus o Gran Fira.

La fiesta de todos los valencianos estaba ya rodeado de otras cancelaciones. En la ciudad, del medio maratón. Zaragoza ya había suspendido su fiesta mayor, la del Pilar, y también estaba suprimido el desfile del Día de las Fuerzas Armadas en Madrid.

Maratón y Navidad, en el aire

El «cap i casal» avanza a la suspensión hasta nueva orden de las siguientes citas. De momento, el Maratón se mantiene convocado, puesto que podría incluso tener una versión reducida, pensada en la presencia exclusiva de atletas de élite (incluyendo, quien sabe, la búsqueda del récord del mundo con la presencia de los mejores, que no han podido disputar ninguna prueba en todo el año). Y la Navidad, asociada a las multitudes tanto alrededor del árbol y la pista de hielo y la Cabalgata de Reyes, están seriamente amenazadas a día de hoy.

Y mucho tienen que cambiar las cosas para que las Fallas 2021, evento con el que se cerraría el círculo de un año completo, sean una realidad lo más parecida a la de toda la vida.