Las Fallas son capaces de desafiar a las situaciones más adversas. Fueron capaces de plantarse unos meses después de una Guerra Civil y unos meses después de una inundación general de la ciudad. Y han sido capaces de superar las peores crisis económicas de la era moderna.

La pandemia de la covid 19 tampoco ha acobardado a los protagonistas de la fiesta y el dato existe para demostrarlo. A día de hoy -las oficinas de la Junta Central Fallera (JCF) reabrirán la próxima semana-, el censo fallero apenas ha bajado un cuatro por ciento respecto al año pasado, burlando cualquier síntoma de desplome propio de la grave coyuntura social.

Los datos actuales de la JCF, correspondientes al nuevo ejercicio, indican que el número de falleros censados es de 99.201, lo que supone apenas cuatro mil menos que en marzo de 2019. Eso quiere decir que, una vez acabadas las pasadas «no Fallas» y la entrega de nuevos censos para el curso 20-21, el descenso apenas ha sido de un cuatro por ciento, cifra que estaría muy por debajo de otros parámetros de la crisis, como el porcentaje de empleos destruidos o de empresas cerradas.

El censo fallero suele tener «trampa», pero tanto por defecto como por exceso. Por ejemplo, las comisiones no siempre facilitan las bajas (tanto de los que se han borrado como incluso de los que han fallecido) y «congelan» el censo, a la espera de que se reconsidere la ausencia o, directamente, para tener mayor cantidad de falleros censados de cara a la Ofrenda.

Pero, por contra, el censo de primavera -el que ahora mismo ha trascendido- también es, por definición, «a la baja»: a lo largo del año va creciendo y aún se acentúa en el tramo final, precisamente cuando aparecen nuevos apuntados para ir a la Ofrenda.

Los datos son, por lo menos, llamativos: si en marzo de 2019 había 102.978 falleros censados, en la primavera de 2020, en el que siempre es el momento más bajo de apuntados, la cifra baja a 99.021 falleros. O, dicho de otra forma, "sólo baja a 99.021 falleros".

Son cuatro mil falleros menos que están distribuidos prácticamente a partes iguales: dos mil adultos y dos mil infantiles. Posiblemente que descienda proporcionalmente más en infantiles sea el dato más, si se quiere, inquietante. Pero redudir el total en apenas un cuatro por ciento va contracorriente de cualquier otro indicativo, normalmente mucho más negativos.

¿Cómo se ha podido mantener, cien arriba, cien abajo, el ejército fallero? Un aspecto fundamental es lo rápido que han reaccionado muchas comisiones a la hora de ofrecer rebajas en las cuotas. El hecho de que el ayuntamiento, nada más decretarse el estado de alarma, anunciara una subvención suplementaria del 37,5 % del monumento de 2020 facilitó a las comisiones una liquidez que, unida a la falta de gastos de la Semana Fallera, propició que el ejercicio se finiquitara en no pocos casos con muy buen resultado y dinero en caja.

Con excepciones como la Especial, Primera A o comisiones que apuestan por verbenas importantes que les dejan buen resultado con la explotación de las barras. Pero, en líneas generales, la tesorería, en abril de 2020, era más que sana en gran parte de las comisiones. Prueba de ello han sido esas condonaciones o incluso «fondos sociales» para evitar a familias con problemas que se dieran de baja.

A esto hay que añadir el factor emocional: el fallero siempre va a tratar de quitarse otro gasto antes que sufrir el trauma de tener que borrarse, casi una cuestión espiritual. El único borrón, si se quiere, es que, proporcionalmente, el descenso más acusado ha sido en infantiles. Los datos concuerdan con los de la prolongada crisis de 2008, en la que también se produjo un descenso natural en el número de falleros, pero nunca bajo el concepto de «desplome».

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