La reducción en apenas un cuatro por ciento del censo fallero, a pesar de los rigores económicos que ha propiciado la pandemia del coronavirus, es una nueva demostración de que los protagonistas de la fiesta más importante de la ciudad se aferran a ésta incluso de los peores momentos económicos.

Tal como publicó Levante-EMV días atrás, la reanudación del ejercicio fallero y la entrega de cifras de censo han dejado en la Junta Central Fallera un dato, cuanto menos, esperanzador: el número de personas apuntadas a alguna comisión de falla es de algo más de 99.000 personas. Lo que supone esa reducción de un cuatro por ciento respecto a trece meses atrás.

No debería sorprender si se cuentan los antecedentes históricos. Éstos refuerzan la tendencia de las fallas a sobrevivir a los problemas. Por ejemplo, que en el largo periodo de la crisis financiera de 2008 tampoco se produjo una hecatombe en las filas falleras. Éstas, cierto es, sufrieron deserción, pero nunca en unas cantidades extraordinariamente grandes.

Y lo mismo hay que pensar de otros grandes colapsos. La gran crisis del petróleo de 1973, con su desaceleración económica, pilló a las Fallas en pleno crecimiento sin afectarles lo más mínimo. Sirva el dato: en 1972 se plantaron 221 fallas y cinco años después el número de comisiones era de 279. Pero en la actualidad es cuando hay otro aspecto que refuerza la capacidad de las comisiones para retorcerse en la adversidad: a día de hoy, ninguna comisión se ha disuelto. Lo que podría calificarse de «cierre de negocio» no se produce en las Fallas.

Nova de Campanar, pendiente

Arrancan el ejercicio con las mismas 382 que el pasado año y a la espera incluso de que incluso pudiera haber una más (Rafael Alberti-Serra Calderona, la Nova de Campanar), que ha solicitado nuevamente ser falla de nueva creación. Que no haya desaparecido ninguna comisión aún no es una verdad absoluta: podría ocurrir todavía en los próximos meses, pero las sensaciones son de que todas han aguantado el tirón. Sobre todo, porque las disoluciones son más propias del inicio de ejercicio, cuando la comisión en cuestión no es capaz de constituirse nuevamente.

Durante los meses anteriores, a pesar de la dificultad de tener que garantizar la continuidad a base de juntas telemáticas, se ha conseguido garantizar la continuidad. Y con la sensación, además, de que se ha producido una mucho mayor continuidad de presidentes o juntas gestoras. Esta estabilidad ha venido reforzada por la salud económica que dejó la liquidación del ejercicio, reforzada por la subvención suplementaria del 37,5 por ciento aprobada por el ayuntamiento.

Seis desaparecidas, seis nuevas

De cualquier modo, en momentos de crisis, afianzar el futuro no es sólo a corto plazo. En este sentido, el periodo de la gran crisis de la pasada década sí que dejó por el camino seis comisiones, pero mucho más tarde del inicio de la crisis en 2008: Historiador José María Giménez (desaparecida en 2012), Doctor García Brustenga-Vicente Barrera (2013), Ciudad Ros Casares (2015), Explorador Andrés-Jalance (2014), Juan de Garay-Doctor Marañón (2014) o el ejemplo más ilustrativo del auge y caída del modelo económico: Nou Campanar (2015).

Sin embargo, desde 2009 han aparecido otras seis: Menorca-Luis Bolinches, Jesús Morante i Borràs-Caminot, Manuel Meliá-Carlos Cortina, Manuel Meliá-Fernanda d'Ocón (todas ellas en el periodo más duro de la crisis) y, más recientemente, Montesa-Doctor Marañón y Blas Gámez-Ángel Villena.