Las obras que han cambiado de arriba a abajo la concepción del centro de la ciudad dejan daños colaterales. Y uno de ellos es un espacio conocido y emblemático: la Finca de Hierro, cuyos vecinos han expresado las quejas al Ayuntamiento por considerarse, en este momento, literalmente rodeados por una procesión ininterrumpida de autobuses en su misma puerta.

La peatonalización de las plazas del Ayuntamiento y San Agustín han generado una verdadero «cinturón de hierro» alrededor del conocido edificio -también «de hierro»- y, por extensión, del colegio Luis Vives. Una de las grandes obras de este proyecto es la creación de la dársena de la calle Xàtiva. Ahí, junto a la antigua gasolinera, paran diez líneas (más una, la 60, provisionalmente).

El problema viene cuando, nada más dar la vuelta a la manzana, en la calle San Pablo, se arraciman cuatro apeaderos, tres de poste y uno de marquesina, que dan servicio, a su vez, a ocho líneas. Con particularidades tan curiosas como que tres de ellas (líneas 9, 62 y 67) son de las que tienen parada en la dársena, a apenas unas pocas decenas de metros en línea recta. Y aún más surrealista es que la línea 62 tiene, en esa calle San Pablo, dos paradas separadas por apenas unos pasos de distancia.

La consecuencia inmediata es que, con cuatro líneas parando en la misma puerta de pasaje de la Finca de Hierro, calle y edificio se han convertido en anfitriones de una particular cochera, entre paradas discrecionales y detenciones por fin de trayecto.

El presidente de la comunidad de propietarios, Vicente Silla, encabezó una petición al ayuntamiento en el que inciden en dos aspectos: «un problema de accesibilidad y un problema de seguridad. Y la contestación que recibimos en su día es que quitarían alguna de las paradas. Pero no han vuelto a dar señales de vida». El primero de los problemas, el de accesibilidad «porque resulta evidente que no hay distancia suficiente en el ancho de la acera para incorporar dos postes de parada. No se cumple en ningún caso la normativa». Y el problema de seguridad «salta a la vista. La Finca de Hierro está formada por 224 viviendas. Podríamos hablar de mil personas. Si la salida del pasaje tiene unas paradas, si hay autobuses... en cualquiera de los casos peligra la evacuación».

La finca tiene, además de las viviendas, una planta baja con comercios y un entresuelo también con comercios y una universidad. A esto, los vecinos añaden que «el pasaje va a acabar por convertirse en una marquesina. No habrá más que esperar a que lleguen los días de lluvia».

Y complicaciones del garaje

De momento, la verja está cerrada, aunque no con llave, en la salida que da a San Pablo. Donde, para rematar «la concentración de autobuses complican el giro para acceder al garaje». De momento, la verja no se cerrará «para no crear precisamente un problema de seguridad y para dar acceso a los comercios. Pero estamos viendo venir que nos vamos a convertir en una estación de autobuses».

El aspecto, según los vecinos y con un simple vistazo, es de «una procesión constante de autobuses. Uno detrás de otro, en paradas momentáneas o en paradas técnicas prolongadas para cumplir horarios».