Óscar Giménez junto a las obras de su vivienda.

Óscar Giménez y Francisco Perucho, un matrimonio afincado en Russafa, han decidido cambiar el bullicioso y cosmopolita barrio valenciano por la tranquilidad y la cercanía «al verde» de La Punta. Los propietarios del bar «La Boba y el Gato rancio» se han convertido en noticia por un hecho muy positivo, de manera involuntaria. Son las primeras personas que están edificado una casa nueva en esta pedanía valenciana, después de al menos 60 años.

«Los vecinos nos han acogido de forma maravillosa -señala Óscar Giménez- y cuando nos veían al principio siempre decían: ¡ qué bien gente joven!». «Un día me acerqué al bar, que está aquí al lado para disculparme por las posibles molestias, el polvo o el ruido de las obras, que pudiéramos causar, pero la gente me animaba diciendo que todo estaba justificado por una buena causa».

Su elección de la Punta fue totalmente casual. «No tenemos ninguna vinculación familiar ni personal aquí», aclara. Simplemente, «estábamos buscando una casa para reformar y visitamos Horno de Alcedo, Pinedo y la Punta. Aquí incluso -rememora- teníamos medio apalabrada una casa para reformar, lo que pasa es que cuando vendimos nuestro piso de Russafa y tratamos de comprarla pues ya estaba vendida». Al final, preguntaron una primera vez por el solar donde hoy ya tienen medio acabado su futuro hogar, y les pareció caro. Luego, en una segunda vez, había bajado de precio y se lanzaron a comprar. Y a construir todo nuevo con lo que conlleva. «Tienes la ventaja de que te puedes diseñar la vivienda a tu gusto pero también nos han impuesto una serie de requisitos porque estas en una zona superprotegida e incluso antes de construir tuvimos que llevar a cabo un estudio arqueológico para ver si nos salía algo», relata Óscar Giménez.

«De entrada tuvimos que respetar la fachada típica y diseñarla como una casona de pueblo y sin ventanas horizontales», apunta. También, «nos obligaron a levantar dos alturas, cosa que en principio no entraba en nuestros planes», cuenta. Además, el agua y la calefacción son de energías renovables, por aerotermia, y han tenido que colocar una valla de determinadas características para perimetrar la parcela. «Estas imposiciones -señala-, en favor de la naturaleza, nos parecen muy bien porque somos los primeros que no queremos un casoplón de hormigón». De hecho, la futura construcción contará con la vivienda de dos plantas, un gran patio que mira a la zona de huerta, una piscina y una enorme área para jardín, estanque y huertos urbanos, que piensan alquilar. Todo ello, «lo haremos poco a poco», dice Óscar ,ya que su idea «es que en noviembre cuando tengamos lo justo nos podamos mudar y así poner a la venta el piso en el que estamos ahora». La parte negativa de su traslado a la Punta ha sido que han tardado más de 2 años en concederles la licencia de obras, «por el atasco en el ayuntamiento de València», y eso les acabó perjudicando también, ya que no han podido disfrutar de la exención del pago de la plusvalía por cambio de primera a primera vivienda.

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Como anécdota negativa también se lamenta porque en estos 3 años que frecuentan la Punta, la farmacia que había justo delante de su casa la han cerrado. Eso sí, aún les quedan el bar, el taller de coches y la falla, que están en la acera de enfrente. Por ende, están muy bien comunicados con el resto de la ciudad. «De aquí a la calle Cuba donde tenemos nuestro bar, tardamos 10 minutos en patinete eléctrico por el carril bici y luego por Peris y Valero», explica. Al lado de la Punta está el centro comercial El Saler, y delante l’Oceanogràfic, sin embargo, «aquí disfrutamos de las ventajas de vivir con la tranquilidad de un pueblo, dentro de la ciudad y en una casa grande y con jardín. En Russafa para tomar el sol tenía que bajar a la calle», comenta.

Por último, como nuevo vecino de la pedanía pide a las autoridades que inviertan en mejorar «las aceras y el asfaltado de las calles, y también en iluminación». Igualmente, alerta de los vertederos incontrolados en varios caminos y reclama que se coloque «una barrera de árboles y vegetación» para dulcificar el el tránsito de las casas a la carretera cercana, y amortiguar el ruido y el impacto visual.