Viaje al pasado. El Museo de la Semana Santa muestra hasta diciembre un recorrido por comercios de los Poblats Marítims ya desaparecidos.

La disposición de las calles en los Poblats Marítims ha permitido, a lo largo de su historia reciente, mostrar un diseño urbano muy definido: casas de una o dos alturas. Con sus plantas bajas salpicadas de negocios, aquellos que eran indispensables para que los habitantes del pueblo tuvieran sus necesidades básicas lo más cubiertas posibles sin tener que desplazarse «a València».

Precisamente por ese diseño tan característico, calles y plazas fueron sede de infinidad de pymes que cubrían esas necesidades. Que se inauguraban, que vendían cosas y que cerraban al ritmo de la vida comercial. No debe extrañar porque incluso negocios de la última generación también desaparecen a pesar de su aparente modernidad. Aún perviven en el Canyamelar los restos de un gran supermercado Jobac, y eso es mucho más moderno. Por lo menos que aquellos negocios que retrata una exposición que puede verse en el Museo de la Semana Santa Marinera hasta el 6 de diciembre.

La muestra recoge cómo las procesiones de Semana Santa muestran cuáles eran los comercios de antaño

«La botiga i la festa» es una colección de fotos que muestran la interactuación entre la fiesta y su entorno. Allá donde haya una procesión de una imagen, hay una calle. Y en la calle hay una tienda o una tiendecita. A través de los rótulos se rehabilita la memoria.

Comercio de proximidad en toda regla. Tal como se señala en la muestra, aquel que «solventaba las necesidades básicas y sencillas de unas familias que, en buena parte de los casos, encontraban comprensión en los propietarios de los establecimientos para suavizar momentos difíciles, que en unas ocasiones podían ser puntuales y, en otras, frecuentes». Aquel «¿me fías?» imposible de entender en la modernidad.

Todo son establecimientos que ya han desaparecido. Tienen de bueno estos barrios que su fisonomía apenas ha cambiado y que, en muchos casos, un comercio ha sido sustituido por otro. Que parecerá, dentro de 60 años, tan obsoleto y, a la vez, entrañable, como la Sastrería Font, la Librería Martí, el Forn de l’Estrela o el Bar Pollastre.

Todas las tiendas han desaparecido ya, pero algunos de los inmuebles todavía permanecen en pie

Las fotos están perfectamente referenciadas en el mapa. Y regresar a veces a esos mismos espacios no siempre es alentador: el progreso se lleva por delante la tienda y el inmueble.

Son comercios que los más mayores recuerdan por los episodios vividos. Sobreviven algunos de sus dueños o, por lo menos, los herederos. Pero son marcas que no volverán. Iluminación Salvador Llorens, Tejidos Levante, Calzados Fillol, Bodegas Guerra.

Algunas de las fotos tienen un valor sentimental muy acusado. Un par de encuentros de imágenes se desarrollan delante mismo del antiguo cine Benlliure, en la calle José Benlliure, desaparecido hace 52 años. O la conocida foto de la ahora calle del Mediterráneo, donde un Cristo desfila junto a la Acequia del Gas y el Café la Malleta.

Hay imágenes que muestran, siempre de refilón, siempre sin querer, las tiendas que había antes de abrirse la actual plaza del Tribunal de les Aigües, junto a las Atarazanas. Éstas sorprenden mostrándose cómo eran hace dos generaciones: un recinto cerrado y casi tapiado, con diferentes negocios. La procesión del Jesús Nazareno, de 1948, es especialmente significativa, puesto que esa cofradía fue fundada por los dueños de la hermandad y sus primeros cofrades eran empleados de la misma.

La librería Martí, la fábrica de aguardientes y licores de la plaza del Rosario o el Bar Moderno también forman parte de ese glosario, ahora más que enmudecido, sustituido, de actividad económica. Con el silencioso testigo del paso de un Cristo o una Dolorosa.