La Real Academia de la Lengua define el término honor como «cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.»

Quizá, esta sea la mejor definición de las que he leído, cumplir no solo contigo mismo, sino con respecto a tu prójimo.

Aunque hay que reconocer que esa definición se ajusta a lo que debería ser un representante público, cumplir con tus deberes con virtud, a mi me gusta más llamarlo honradez, respecto a tus prójimos.

Así que me voy a su segunda definición: «Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea.»

Esto es más difícil en política. Encontrar el reconocimiento no solo entre los tuyos sino que el respeto que despiertes transcienda a tus propios.

Y eso se lo ganó indiscutiblemente Ramón.

Desde su marcha Ramón ha recibido palabras de elogio, honra y aprobación, de propios y extraños.

Del mundo de la empresa, de su sindicato, del fútbol, de su Levante UD, pero también de los xotitos como diría él, de la universidad, de la pilota, de sus toros, de la vela latina, de los pescadores del Palmar, de sus vecinos, y muy especialmente de los míos del marítimo, donde era muy conocido y apreciado como granota, de las Fallas, de su querido Julio, con el que revolucionó el mundo de la fiesta hace 40 años con la King Kong, del jefe de los militares, la Policía Nacional y el jefe de la Guardia Civil. Todos ellos vinieron a mostrar sus respetos, del Colegio de Economistas, del mundo de la hostelería, de sus bares, funcionarios del ayuntamiento, y no solo del área de Hacienda, sino compañeros con los que trabajó hace 40 años y lo querían y respetaban como si hubieran trabajado en la presente legislatura con él.

De todo el mundo de la política, daba igual que fuera de su familia, que es el PSOE, porque cuando militas casi 50 años en un partido, ese partido es tu familia, como de otros, a todos vi ir, a todos les vi emocionarse, e incluso alguno vi llorar.

Todos ellos y ellas demuestran lo absolutamente polifacético que era Ramón, creo que es el único político que conozco que pudiera representar de tal forma la ampliar diversidad y pluralidad de la ciudad, rompiendo esquemas, etiquetas e ideas preconcebidas.

Por tanto, Ramón se merece ser reconocido como Concejal Honorario de nuestra València, porque tal y como ha marcado la Real Academia de la Lengua, su buena reputación ha trascendido a su familia personal y política.

Pero obviamente esa buena reputación tiene su origen en sus acciones.

Y no por lo que ha sido, porque Ramón como otros tantos cientos de políticos ha sido muchas cosas, sino por lo que ha hecho al frente de esas responsabilidades.

Hoy Ramón es conocido por haber sido un magnifico concejal de Hacienda, llegó al frente de una de las áreas, sino la que más, más importante de nuestro ayuntamiento en un mal momento. Estábamos en plena crisis de la administración pública y todos los ayuntamientos estaban intervenidos. Había que enderezar la situación y no fue fácil, pero en 2020 nos ha dejado unas cuentas que parecía una quimera conseguir en 2015. Redujo la deuda, salimos del plan de ajuste, recuperamos la autonomía financiera, mientras pagábamos a nuestros proveedores y duplicábamos la inversión pública.

Y aunque esto no es poca cosa, hay mucho más.

Ramón creó la València subterránea, los cientos de kilómetros de colectores que recorren nuestra ciudad tienen su sello. La València moderna, la que ya no se inunda cada vez que llueve tiene su firma. Las bombas de agua que protegen la Albufera.

Fue nuestro primer concejal de Juventud. Y por cierto, de los primeros de España. Casi de su mano se crearon las primeras políticas de juventud.

Nos legó Expojove, que sigue perviviendo después de 40 años y por la que han pasado cientos de miles de familias. El casal de esplai del Saler, para ayudar a concienciar a los más jóvenes sobre nuestro patrimonio natural, el concejal de deportes que entendió que eso era algo más que dar trofeos, y se dedicó impulsar lo que seria los primeras instalaciones deportivas de barrio con el Carmen o la Petxina.

Y en una faceta menos conocida suya, era experto y seguidor de la política internacional, por lo que aprovechando sus comparencias como concejal de Juventud creo el proyecto «vacaciones en paz» y se trajo a los primeros niños saharauis a España para de esa manera contribuir a que pagáramos todo el dolor causado al pueblo saharaui.

Era muy polifacético. Una persona nada común, aunque él mismo se definiera como ortodoxo. Era ocurrente y vivió una vida que vale por varias. Sería capaz de hacer como Sabina, al que el consideraba un maestro de izquierdas y taurino, una canción homenaje a su propia vida bajo el título «lo niego todo». Pero a mí me gustaría recordarle como recuerda precisamente Sabina a su amigo Joan Manuel en otra canción.

Diciendo que yo de joven quisiera ser como fue, mi amigo Ramón Vilar.