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Las emergentes olas bonitas

Una pareja de surfistas.

Patacona es la mejor playa de València en Alboraia. En ese trozo de mar confluye la esencia metropolitana que tanto les cuesta aceptar a los primeros ediles del Cap i Casal. El visionario fue el constructor Bautista Soler que a finales del siglo pasado tropezó con el alcalde chufero Joan Barres. Románticos ambos, planearon sanear la zona desde la acequia de Vera hasta el Camí de la Mar. A la otra parte del Carraixet triunfaba Port Saplaya como primera vivienda y para acercar la futura zona urbanizable al núcleo urbano se proyectó incluso unos paseos verdes y carriles bicis por la huerta hasta la playa. Barres, que tenía todo el plan desarrollado en el cabeza, me lo contó una noche otoñal en el merendero de enfrente del chalé de Blasco Ibáñez, don Vicent para él. Soler sacó adelanté el PAI en el pleno municipal, pero el alcalde le impuso varios edificios con pisos VPO frente a las pocas casas de pescadores que quedaban en pie, a las que otorgó máxima protección. Pero lo mejor fue que consiguió que Bautista Soler pagará un busto a Blasco Ibáñez en la ahora avenida Mare Nostrum que fue inaugurado un 14 de abril con corte de cinta tricolor. Barres, todo un personaje, salió o lo tiraron (o las dos cosas) del PSPV y recaló en Esquerra Republicana; mientras que Soler le compró un club de fútbol a su hijo para salvaguardar la empresa familiar. Sin embargo son los auténticos hacedores de la Patacona actual.

Soler tuvo que frenar todo su gran proyecto por la crisis del ladrillo, a la que se juntó las millonadas deudas que dejó el hijo tras su paso por Mestalla, pero fijó muy definida la zona más californiana de toda la metrópoli. Cuando los bancos empezaron a vender los apartamentos a precio de coste de las torres de Soler para quitarse los activos tóxicos, la Patacona dejó de ser un barrio exclusivo y llegó a vivir mucha gente de la vecina Malva-rosa y del Cabanyal. Eso deshizo el primogénito objetivo de selecta zona residencial, que estaba reservada para regatistas y propietarios de barcos de la Copa del América, así que se socializó la brisa para gente de todo pelaje y condición, el sueño primitivo de Barres. Si a eso se añade el éxito gastronómico que impulsó primero Casa Navarro y luego actualizó para los millennials La más Bonita, Patacona se ha convertido en la zona de moda de València. El actual gobierno de Alboraia, con su alcalde Miguel Chavarría al frente, ha demostrado además que se puede hacer compatible el ocio, nocturno y diurno, con el respecto residencial. Es una gozada volver a ver a chiringuitos en la arena, repletos durante las horas de sol de bañistas y llenos de ritmo y vida al anochecer. Por su paseo discurren todo el año cuadrillas de jubilados, niños y padres, que se mezclan con corredores, ciclistas, patinadores y nuevos amantes. Una glosa a la normalidad.

Pero aún hay más. Aunque era la única zona urbana donde se veían surferos y la escuela de surf lleva abierta unos años, este verano ha sido un boom. Enfrente del Edificio Singular del Ayuntamiento (al final del paseo) se juntaban cada mañana decenas de chavales para iniciarse en el reto de subirse a una ola y a lo largo del día iban pasando por el curso de iniciación distintas generaciones. Eso ha provocado que muchos vecinos salgan de casa descalzos, con el neopreno puesto y la tabla bajo el brazo, algo que solo se ve en el norte peninsular y es habitual en San Sebastián, la ciudad mas bonita de Francia, como dice un amigo que ha vivido allí. Además está proyectado un centro cultural multidisciplinar en las antiguas instalaciones de Vinival, donde se respetaran los vistosos silos de las antiguas bodegas. Un emplazamiento que puede dar mucho juego para conciertos y espectáculos alternativos. Algo que ya ha empezado a programar la Casa de la Mar, una antigua nave de 1.200 m2 que alberga surfing, arte, música y gastronomía en un espacio que apuesta por las nuevas tendencias de ocio más vanguardistas. Un nuevo instituto junto al campo de fútbol confirma el crecimiento sostenible del mejor barrio metropolitano junto al mar, como soñaron Barres y Soler. Lo que concluye que cuando funciona la colaboración entre administraciones e iniciativas privadas ganamos todos. Porque el auge de la Patacona ya ha contagiado la restauración en la Malva y el Cabanyal.

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