València nunca ha tenido una aspiración seria a albergar unos Juegos Olímpicos. Acogió la mejor subsede de fútbol en Barcelona-92, la de la selección española, y en las dos tentativas de Madrid aspiraba a albergar la vela, aprovechando las bondades de La Marina. Pero aquel «Archipiélago de las Naciones» embarrancó cuando lo hizo la candidatura a golpe de tazas de café con leche en la Plaza Mayor. Era un buen proyecto, pero pagó las miserias de otros.

València ha presentado ahora la candidatura a los Gay Games. Es, en esencia, una competición multideportiva para deportistas, sean confesamente LGTBQ+ o confesamente heteros. Más que eso, porque trae consigo una serie de actividades culturales paralelas. Y una riada de turistas.

La abstención de Vox impidió en el pleno la declaración institucional de apoyo municipal, pero no deja de ser una formalidad. Gobierno y el resto de la oposición municipal están de acuerdo. La candidatura se presentará este mes y en enero de 2021 se sabrá si el «cap i casal» ha pasado el primer corte y queda en la terna de finalistas que, a primeros de 2022, desvelará qué ciudad es seleccionada como anfitriona.

Se trata de unos juegos de deportistas no profesionales. Aquel deportista LGTB de alto nivel, se haya declarado o no, lo hace en la más alta competición profesional. El atleta de los Gay Games se inscribe libremente. El «preolímpico» es pagar la participación pero con ese plus inclusivo de que no se impide la participación de personas con cualquier orientación sexual.

Este es el logo de València como ciudad candidata. | VLC BID CITY

El COI no los reconoce

Sirva el ejemplo de amateurismo: el mejor atleta en 100 metros en los pasados juegos de París de 2018 el británico Subomi Onanuga, fue el único que, en series, logró bajar de 11 segundos. Tiempos de aficionados. Otras diferencias es que se establecen medallas por grupos de edad y que en los deportes de equipo se compite por clubes.

Las comparaciones con el movimiento olímpico son muy recurrentes y lógicas: deportistas de todo tipo de países, reunidos en una ciudad y compitiendo deportes muy variados. Pero no son «Juegos Olímpicos Gays». A efectos oficiales ni se puede establecer esa comparación. El Comité Olímpico Internacional no reconoce estos juegos y no le gusta que se utilice esa palabra.

Los Gay Games nacieron en un tiempo en el que ser homosexual, y no digamos salir del armario, aún coqueteaba con la zona del tabú. San Francisco, la considerada capital gay del mundo, acogió a los primeros mil valientes en 1982 y allí se repitió la experiencia cuatro años después. A partir de ahí alcanzó carácter universal. Cuando se celebre la edición de 2022 en Hong Kong conseguirá lo mismo que el olimpismo: llegar a cuatro de los cinco continentes.

El programa deportivo de esa próxima edición tiene previstas 36 especialidades, incluyendo deportes olímpicos convencionales, otros que no están reconocidos en el programa olímpico y otras actividades que no necesariamente se les puede calificar de deporte, sino de actividad. Así, hay desde submarinismo a waterpolo, aguas abiertas, natación sincronizada, atletismo, triatlón, trail, baloncesto, rugby 7, fútbol, sofbol, balón prisionero, badminton, coreografía pink flamingo, squash, golf, bolos, e-sports, bodybuilding, baile deportivo, halterofilia, tenis, remo, esgrima o cheerleading.

La edición de 2022 está previsto del 11 al 19 de noviembre en Hong Kong. València sería la siguiente.

La ciudad de València ha buscado el apoyo entre instituciones para generar sus propias subsedes. «Por eso, aunque la candidatura es de ciudad, ha buscado desde el inicio el apoyo de Diputación y Generalitat». Resulta muy complicado celebrar en el «cap i casal», por ejemplo, la bicicleta de montaña o el piragüismo.

Un aspecto importante para atreverse con la candidatura es que no precisaría de unas inversiones desmesuradas. No haría falta un Estadio Olímpico de dudosa utilización posterior y la infraestructura de pabellones cubriría buena parte de los deportes. El impacto económico medido en la edición de París hablaría de 130 millones de euros, especialmente por los visitantes. El turismo LGTB es gastoso y ese nicho de mercado se contempla con esperanza. Bernabé aseguró, a preguntas de Marta Torrado, que no hay que pagar canon y que un consorcio empresarial asumirá el «partnership». «València es, sin duda, la mejor ciudad para acoger eventos deportivos y estos juegos reforzarían la imagen de los valores de la ciudad y la oportunidad de romper determinados tabúes sociales».