Vivir al raso. Cada miércoles, voluntarios de la parroquia de San Francisco de Borja, en Russafa, salen de noche a recorrer el mapa de los «sin techo» de València, a llevar compañía y bienes de primera necesidad a las personas que viven al raso, que son muchos más por los efectos de la pandemia. 

Todos los miércoles por la noche, un grupo de voluntarios y voluntarias –algunos de la Universidad Católica de Valencia- constituidos en la Asociación Apostolado de la Divina Misericordia, con cuartel general en la Parroquia San Francisco de Borja de Valencia, en pleno barrio de Russafa, se reúne para pasarse la noche entera en vela formando una expedición de socorro, de auxilios vitales mínimos a gentes sin techo, que malviven en la calle, y que ahora, cara al invierno, notan más su precariedad y sufrimiento, además de estar afectados también por la “nueva normalidad” de las mascarillas y la distancia social. Fuerte lo de la distancia social en ellos, pues nadie se les acerca y menos a echarles una mano, a ayudarles. En esta parroquia este domingo 15 de noviembre, a las 12 horas, hay una misa con motivo de celebrarse este día la IV Jornada Mundial de los Pobres.

Va con ellos el inventor de la idea, un cura, Pedro Miret Giner, párroco de San Francisco de Borja de Valencia y presidente de la asociación. Afable, acogedor, abierto, insuflador de ánimos y contagiador de esperanzas. Es de los curas creyentes practicantes, nunca entró en el círculo de los curas practicantes y no creyentes, que los hay. Con mascarilla, pero salen a la calle. Cambió su cargo de Notario Eclesiástico en la Curia Diocesana por servir a los más pobres, es más evangélico. Les hemos acompañado en su periplo por el mapa de la extrema pobreza en la gran ciudad. Es de Gandía, con más moral que el Alcoyano. Su iglesia en Russafa siempre está abierta y junto a ella tiene un almacén gratuito de comida y productos de primera necesidad para los pobres, para los que no tienen nada. Necesitado que llega, le atiende. No le pregunta nombre o nacionalidad, tampoco religión o creencia. Musulmanes le llegan bastantes y gentes de países del Este. Su presencia es determinante para hacer más completa y eficaz la tarea de los voluntarios. Todos forman la mano de Dios en el entorno en que se desenvuelven. Colaboran expandiendo, realizando, concretando su amor, su misericordia. No se quedan en los ritos y rituales, ni en la teoría, bajan a la práctica.

Necesitado que llega, le atiende. No le pregunta nombre o nacionalidad, tampoco religión o creencia. Musulmanes le llegan bastantes y gentes de países del Este. Su presencia es determinante para hacer más completa y eficaz la tarea de los voluntarios

El coronavirus les ha obligado a comenzar antes –a las seis de la tarde ya es de noche- y a replegarse a la hora de la cenicienta, medianoche, por el toque de queda, pero no han dejado de actuar. La necesidad de los más desasistidos no entiende de restricciones horarias. Tienen un censo de 300 personas fijas, pero siguen apareciendo más. Donde detectan a alguien en la calle acuden. Hablan con la persona, le escuchan, toman nota de sus necesidades de cualquier tipo, e intentan resolver en la medida que pueden sus problemas o hacer los trámites necesarios.

No son una ONG más burocratizada. Comienzan la noche en la iglesia rezando, exponen el Santísimo, reciben la bendición y cargan pilas, además de una furgoneta con todo tipo de útiles vitales básicos. Salen a repartir, a atender. Detrás de ellos, en la logística, personas y empresas que les dan cosas para repartir, o que hacen bocadillos, los que van entregando junto con litros de leche, zumos o batidos de chocolate a quienes en la calle no tienen ni para comprarlos. Llevan productos de aseo como cepillos de dientes, pasta, desodorante, espuma y maquinillas de afeitar. De vestir, algo de ropa interior, camisetas de manga corta, bastante ropa de mujer y pantalones de hombre.

No son una ONG más burocratizada. Comienzan la noche en la iglesia rezando, exponen el Santísimo, reciben la bendición y cargan pilas, además de una furgoneta con todo tipo de útiles vitales básicos

Familia bajo un puente

Debajo de un puente se encuentra la primera familia a la que visitan, que se halla viviendo en una nave abandonada con ratas y difíciles condiciones de higiene. Oscuridad de la noche, el frío del invierno, los mosquitos, las cucarachas, las ratas... Una sombrilla, algunos trozos de conglomerado mal puestos como puertas, una escalera de madera rota que utilizaban para entrar y salir de la nave, una alcachofa pegada a una bolsa de agua que hacía de ducha... Salió una mujer de unos 60 años, delgada, con el pelo negro sujeto en una coleta, con un vestido de flores oscuro de verano. Era María, bajando la escalera con una facilidad increíble, a pesar de que estaba algo coja. También salió su sobrino Iván, un chico joven, fibrado, delgado, vestido con un pantalón corto y una camiseta de tirantes bien sucia. Salieron con una sonrisa en la cara. Lo que más sorprende, la alegría de María, su risa, tan simpática. Tapándose la cara. Intentaba decirnos en su idioma que le diéramos algo para la tensión, que necesitaba medicamentos. Costaba creer que estuvieran viviendo así 15 años. Pero sí, eso dijeron. Luego nos acercamos a la furgoneta para que Iván pudiera coger algo que necesitaba. ¿No se podría hacer más por esa gente?

En un barrio a las afueras, en una de las calles donde hay casas abandonadas, nos dirigimos a una familia búlgara que se encuentra ocupando una de esas viviendas en muy malas condiciones de habitabilidad. Allí siempre les reciben tres chicos: Juanjo (español, tenía una pareja búlgara que abandonó la casa, pero él se quedó a vivir allí), Ían (un chico búlgaro de 17 años) y Anghel, otro chico búlgaro que siempre vemos ebrio. Ían también está ebrio muchas veces, pero en esta ocasión estaba bien. Vimos una herida en el hombro de Anghel. Les atendimos en lo que necesitaban.

Una ATS y una boxeadora

Cerca de la central de policía, hay unas cuantas personas que por la noche se refugian con unos colchones usados que hacen mal olor: Ana, Cristina (españolas), Benon, Stefan (lituanos), Chelo, Javi (españoles).. Hay semanas que vemos a gente nueva, pero por lo general son bastante fijos. Está Chelo y una chica boxeadora. Chelo tiene más de 60 años, es española y ATS. Nos contaba su difícil situación para encontrar algo con que sustentarse, con muchas ganas de compañía y comprensión, aunque se la apreciaba de espíritu muy fuerte. El resto son bastante jóvenes. Nos quedamos con ellos charlando un rato y, ya de camino al coche , vimos a Luis, ¡qué grata sorpresa! En una ocasión anterior lloraba desesperadamente y quería suicidarse, totalmente ebrio. Le estuvimos escuchando y hablando con él. Sobre todo, le hacían especial efecto las palabras de Pedro, el sacerdote. Luis es católico y Pedro le impartió la bendición, Luis se arrodilló, con mucha fe, y la recibía llorando.

Nos vamos a ver a Tobías, un rumano cristiano ortodoxo que vive en un banco de sentarse de un parque. Con él están un húngaro y una paraguaya, con los que hablamos brevemente, pero siempre de forma muy cordial. Alba, la paraguaya, tiene su propia casa a pocos metros de ahí, pero le gusta visitar a Tobías y a las personas que se unen a él en ese parque. Tobías lleva muchos años en el mismo banco, aparcando coches de día y sufriendo acoso, robos y golpes de jóvenes ebrios y drogados por las noches. Hoy estaba muy cansado y no se levantó del banco. Estuvimos hablando un rato con Lorenzo (el húngaro, era la primera vez que le veíamos ahí) y Alba.

Tobías lleva muchos años en el mismo banco, aparcando coches de día y sufriendo acoso, robos y golpes de jóvenes ebrios y drogados por las noches

Muchos musulmanes sin trabajo

Seguidamente, hacemos una parada cerca de la estación, donde se encuentran muchos musulmanes y también españoles que han dejado de tener trabajo y están en la calle a consecuencia de la reciente crisis sanitaria. Entre ellos antes estaba Alejandro, que ya consiguió salir de la situación porque encontró trabajo y, de momento, continúa allí José, que aún no ha conseguido recuperar el trabajo. José lleva 3 años en la calle, pero pocos meses en Valencia. Estuvo en un albergue durante las fases 0-2, pero en la fase 3 les dijeron que se fueran y que les llamarían para encontrar otro lugar donde dormir. Eso jamás ocurrió. Allí también vive Miguel y otro señor extranjero que dormía. Siempre les llevamos unas empanadillas además de los bocadillos y los zumos.

A pocos metros, en unos colchones al aire libre, encontramos a unos musulmanes que, en gran parte de las ocasiones, se encuentran indispuestos a causa del abuso del alcohol durante el día. No obstante, despiertos o dormidos, les dejamos la comida que precisen para esa noche o el día siguiente (les llevamos, en especial, bocadillos de atún, de pavo y queso). En esta ocasión les saludamos, pero es tarde para hablar (casi media noche) y les dejamos descansar.

Seguimos hacia la Gran Vía y, a lo largo de toda ella, podemos ir encontrando personas durmiendo en la calle. Habitualmente, vamos donde sabemos que hay gente siempre. A estas alturas, ya suelen escasear un poco los víveres, pero siempre tenemos suficiente. Josef es un hombre de unos sesenta y pico años, con el pelo corto y cano, unas fuertes manos y una amplia sonrisa. Vive en un banco sobre mantas, al lado de su silla de ruedas. Habla bastante bien el español. Hace unas semanas se hizo daño en el pie, que ya tenía en mal estado debido a un atropello hace años que no le curaron.

Mendigo vive frente a la Policía para que le proteja

Josef ha recorrido buena parte de España a pie, desde Madrid a Murcia, y dando algunas vueltas hasta Valencia. En su país fue militar, y allí tiene bastante familia, según me contaba. También tiene muchos amigos, en Murcia, en Soto del Real, en Picassent… Se lleva bien con todo el mundo, y parece que no tiene miedo a nada. Tiene un enorme palo de madera con el que podría defenderse si alguien intentara hacerle daño. Cuando uno vive en la calle hay muchos peligros, cuenta. Por eso él vive en un banco que hay frente a la policía. Los agentes le conocen, y él se siente más seguro allí, porque si hay algún problema en seguida puede pedir ayuda. No quiere problemas. Nos pide un sombrero, el que tiene es de plástico.

Ana (una mujer de Gandía que se encuentra en búsqueda de un albergue en estos difíciles momentos) vive en el banco de al lado. Está ahí recientemente y fue una sorpresa verla, no es muy habitual ver mujeres jóvenes (unos 40 años) solas en la calle por los peligros que hay (hace unos meses, una señora mayor nos contó que si las reconocen es fácil que abusen de ellas). Estaba despierta y pudimos hablar un ratito con ella y compartir vivencias.

Luego, más adelante, se encuentra un polaco al que , cariñosamente, el hermano Israel llama Karol Wojtyla. Suele tener una actitud negativa ante la vida, se queja de todo si le preguntas, y su visión de una vida buena es una tele muy grande y una casa grande con mujeres… Ha tenido una experiencia durísima que lo “obliga” a estar en la calle. Por la zona del centro de Valencia, vimos a varias personas durmiendo, les dimos unos bocadillos que nos quedaban. No hablamos con ellas porque no quisimos despertarlas. Siempre se nos acaban los bocadillos, providencialmente, al terminar la visita.

Una entidad valenciana con ayuda de Brasil



La Asociación Divina Misericoria de Valencia fue cons­ti­tui­da en 2015 coin­ci­dien­do con la con­vo­ca­to­ria del Año Ju­bi­lar de la Mi­se­ri­cor­dia por el papa Fran­cis­co, con el fin de “pro­mo­ver la prác­ti­ca de las obras de mi­se­ri­cor­dia y co­la­bo­rar en pro­yec­tos orien­ta­dos a pa­liar ne­ce­si­da­des bá­si­cas de per­so­nas des­fa­vo­re­ci­das”, en­tre otros ob­je­ti­vos. Así, la Asociación Apostolado de la Divina Misericordia ha promovido la llegada a Valencia de los religiosos de la comunidad Misión Eucarística Voz de los Pobres, asociación privada de fieles surgida en Brasil, para atender a los pobres de la calle.


Las personas interesadas en colaborar o recibir información sobre la asociación pueden contactar a través del correo electrónico divinamisericordiavalencia@gmail.com y también en Twitter y Facebook.