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La última oportunidad de La Punta

Los grupos municipales se comprometen de forma casi unánime a reactivar un pueblo demasiado abandonado y en el que conviven en contraste la huerta protegida y las carencias más básicas, denunciadas ayer en el pleno por los vecinos

La última oportunidad de La Punta

La última oportunidad de La Punta J. M. López

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La última oportunidad de La Punta MOISÉS DOMÍNGUEZ. VALÈNCIA

No figurará en ninguna galería de «Los pueblos más bonitos de España». Pero no quiere aparecer en una de «Pueblos abandonados de España». Ayer, la casa grande de la ciudad aprobó la que puede considerarse última oportunidad para La Punta. Para acabar siendo un paraíso etnológico de la ciudad o una Cañada Real. El tiempo apremia porque la población envejece y los reveses que ha sufrido a lo largo de los años le hacía merecedor de lo aprobado ayer en el pleno: una «estrategia integral». El problema será si, con el paso del tiempo, queda en papel mojado, como la Ciudad del Artista Fallero.

La Punta es un capricho geográfico: casas de labor y un pequeño núcleo de población al que se ha acuchillado repetidamente con la CV500, las vías del tren, terminales de contenedores, la Zal, la depuradora y Mercavalencia. La han dejado contrahecha. Su columna vertebral, la calle Jesús Morante y Borrás, tiene forma de esguince. Para ir a misa hay que subir un paso elevado metálico. Por ahí sube la Virgen. Mientras retumban las planchas metálicas.

La carpeta de Giner

Se comprometieron ayer todos los grupos municipales, salvo Vox. Había llegado el portavoz de Ciudadanos, Fernando Giner, promotor de la iniciativa, con una carpeta de fotos, producto de una visita in situ. «Que quiero que consten en acta». «La Punta necesita un plan integral. Mucho más que un "continuaremos trabajando"».

Y ayer fue el turno de los vecinos. Allá que fue el presidente de la Asociación de Vecinos l’Unió de La Punta. Desde el balconcillo, Vicente Romeu, con la fuerza de dirigente vecinal, fue una apisonadora. «Me han dicho que tengo cinco minutos para explicar las carencias que padecemos desde tiempos casi inmemoriales. En cinco minutos puedo enumerar lo que tenemos y disfrutamos en el pueblo a capazos: total abandono, apatía, desprecio, desidia, ninguneo, olvido, inmundicia, basura, ratas, mosquitos, escombros y mierda. Con perdón». «No tenemos calidad de vida, servicios culturales, instalaciones deportivas, de personas mayores, universidad popular, ayuda a emprendedores, fomento de empleo, movilidad, saneamiento, riego, protección ciudadana... no: en cinco minutos no tengo bastante». No están las cosas ni para valorar los brotes verdes, como esa pareja que ha edificado una casa por primera vez en más de medio siglo.

Luego tomó la palabra un vecino, Salvador Ramos, que le dijo a Sergi Campillo, que presidía el pleno, que «por favor pare el cronómetro que han pasado cinco segundos». En el cambio de manos del micrófono. «¿Tengo que recoger todas las mañanas, cuando me levanto, los restos de los coitos nocturnos de la prostitución callejera que dejan en la puerta de mi casa? ¿Es normal que haya tantos incendios? ¿Que haya ratas como conejos, que se comen las hortalizas?».

Tiempo perdido con el «y tu más»

Luego, el debate de los políticos se perdió, en determinados momentos, con el «y tu más» entre equipo de gobierno y PP: por lo poco que se ha hecho estos años y lo poco que se había hecho antes. Esas cosas que no le importan lo más mínimo a un vecindario que habló claro: autobuses que pasan cada hora y media, aceras en mal estado, tres códigos postales, el 12, el 13 y el 24. Una tierra que ni siquiera es considerada, Poble del Sud (está adscrito a la Junta Municipal de Russafa). «Si, tenemos sobre el papel, la máxima protección ciudadana porque nuestro territorio está guardada por dos unidades de la Policía Local. La segunda de Russafa y la sexta de la Marina, pero cuando pedimos la nacional dicen que llamemos a la guardia Civil, que no es su jurisdicción».

«Hemos presentado quejas sugerencias, recursos, reclamaciones... sin resultado». La apisonadora Romeu nuevamente.

A día de hoy, La Punta no tiene oportunidades ni gancho para poner en valor un espacio de valor incalculable que está muy cerquita del centro de la ciudad y que, quizá por no ser un granero de votos, apenas 2.600 según el excel de 2020 (aunque, por ejemplo, son casi cuatro veces más que El Palmar o un poco más que Pinedo), no cuenta. Pero un lugar donde las acequias, las fuentes, las «entradas», las casas de dos pisos, los bancales, el local social (la falla, por ejemplo, se planta en una era) y el silencio -el que permite la autovía- lo convierten en una rareza de la urbe. Y un verdadero milagro por no haber pasado todavía de pueblo a poblado. Aún.

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