La nueva ola ha sido en locales no demasiado cercanos unos de otros y, imágenes en la mano, con métodos muy parecidos, consistentes en reventar la puerta metálica e introducirse por un hueco de la misma.
El último de ellos ha sido el de Doctor Marañón-Mestre Palau, en Mislata, en el que se han llevado la televisión y un amplificador. Sin embargo, entre las comisiones lo que se cree es que lo que buscan los amigos de lo ajeno es dinero: el de la recogida de la lotería. Y es que sorprende, o quizá no, que la ola de entradas, que empezó a darse a conocer el 1 de diciembre con la de Joaquín Navarro-Carrícola, coincide con el tiempo en el que los casales están abiertos para liquidar la Lotería de Navidad a los miembros de la comisión. Sin embargo, por definición, tanto los décimos como el dinero no se quedan en las sedes y aún la lotería, llegado el momento, carecería de valor por anularse. Tanto es así, que hay casales que lo especifican en sus puertas, anunciando que en el interior de las sedes cerradas no hay ni dinero ni bebidas alcohólicas, otro elemento que se busca habitualmente en los robos a casales para su trapicheo.
Espacios con poca actividad
Estos robos llegan, además, en un momento en el que los casales no registran prácticamente movimiento, habida cuenta de que en su interior no pueden realizarse más que trabajos ejecutivos (como ese despacho de la lotería) o, como en la actualidad, actos con acceso restringido a seis personas, como entregas de premios de actividades telemáticas o la visita a los belenes.